NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

tajada

no es lo que queda
es lo que se va
atrapar la luz en la palma de la mano
un sentimiento atado a una pierna
es tan fácil
soltarlo es lo que va
mil memorias que no recordar
gran cuentahistorias sobre la piel

todo a propósito
la muerte del deseo
el orden y el desorden derretidos
es lo mismo

ungido en los extremos de las líneas
vueltas indivisorias
las comisuras del mundo
uniendo el borde entre una cosa y otra
ahí esparcido
ya está arreglado
darle un desenlace
del Cero
...existencia
jugar con la inexistencia
Dios se suicidaría en el mismo momento en que comenzara a existir
frotar la lámpara de la religión
hacer aparecer al padre de todo

se puede romper la luz
reorganizarla
se consume
se paga la factura

hasta los fotones hechos mercancía
mercado de los elementos
los ángeles apuestan en la bolsa
el paraíso es financiero
si la suerte existe sale el cero

si la suerte existe
la máquina de Dios funciona
exitosa ruleta rusa masiva
extraño comportamiento del azar
todo explota
De encontrarle la sonoridad al mundo
con pájaros en los ojos
sin nosotros
se trata

Vuelo.
Jugando de cuerpo
o suelto
equivoquemos ronroneos al oído

el llanto
se disfruta
en lo ancho del pecho
tanto
Dejar la hoja seca al lado del árbol, para recordarle eso que será.

La profundidad inmensa en el ruido minúsculo.

El vacío cristaliza, pero el cristal puede quebrarse.

De las astillas, vértigo de ansiedad.

No saber adónde ir: asfixia de llanto y gritos.

El aire trae la calma.

Opción única ya.
Combustión de encuentros.
Busco. Me pierdo.
Nos vemos y hay nada.
Opacidad en la nitidez.
Ausencia devuelve el reflejo.

Geografía perdida


¿Adónde va esa parte del pájaro que es más que ese ente enjaulado?
¿Qué pasa con el perro que excede a la mascota?
¿Cómo sigue la historia que no fue?
¿Qué es de ese ser que sería uno si hubiese actuado distinto?

En un valle está todo el significado residual de los hechos,
las interpretaciones no hechas
Ese sentido fluyente que las palabras no alcanzan a acabar.
El mundo irrepresentable forma un paisaje.
Allí se ocultan los olvidos de la retórica,
las muertes del sonido sin sepultura.

Las vibraciones inaprensibles de la voz,
Lo inasible de lo que se pretende,
eso que no toma forma ni figura entendible.
Un río de restos de historias, baja desde un lugar desconocido.

Árboles de hojas de poesía quemadas.
Viento de murmullos de secretos no dilucidados.
Las piedras como resignaciones ancladas.
El sol brilla con el reflejo de la parte de atrás del espejo.
La luna muestra su lado oscuro.

Todo lo inesperado de los planes se aloja allí.
Es un mundo de símbolos incompletos entero.
Su flora, su fauna; la armonía de lo inacabado.
Nadie lo ha visto jamás.
Es un valle sin llegada, entre las montañas del olvido y lo esperado...
Como este, pero sin nosotros.

Lo que te perdiste de olvidar


Vos que nunca sabrás qué te perdiste de olvidar.
A mí que poco me interesa escribir mi autobiografía contrafáctica.

Me atrincheraré en el derrotero de los aplausos, en brazos que buscan algo que sostener por las noches.
Rocío con el kerosén del convencimiento, ese instante en que cruzaste la puerta, te pusiste a hablar y ya no pude estar ahí sin pensar en que estabas vos.
La aceptación es la chispa, y que arda la memoria, que para el caso es tan sólo el idioma de los rodeos que dí sobre mi eje de indecisión.
Maldita la voluntad de hablar con sonidos.
Únicamente confío en el reloj silencioso. El que siempre atrasa tanto como la nostalgia.
Las cosas se van ordenando con las manos que no tocan.
Hubiese adorado desesperar por lo que no fue, pero después de que haya sido algo.
El embrujo de esperar algo que pertenece a otra trama que no tiene mínima relación con la presente.
Quería tener que resignarme a ya no esperar nada, después de tener un preciso motivo para poder esperar... pero ni siquiera.

Maldito el segundo ese en que me animé a hablarte.
Desde aquella primer mirada supe que mis próximos descansos serían sin sueño.
Es levantarse cada mañana con la voluntad de encabezar una vanguardia de tus piernas,
una corriente artística de tus labios de la que ser único representante.
Creo encontrar la fórmula mágica de las palabras que conseguirían, inexorablemente, tu estremecimiento;
pero semejante cosa no se consigue con nada que pueda pronunciarse.
No son palabras lo que hace falta.
Así es que nada más consigo escritos que quedan a mitad de camino entre una poesía y el tacho de basura.
En ningún aspecto las habladurías tienen como destino la cama.
El insomnio que me dormita a cada rato no es por lo que pudo haber sido, sino por lo que no fue.

¿Y si armamos un Bailando por un Sueño donde participen las mujeres que tienen algún significado para Marcelo Tinelli (porque seguramente alguna haya): la esposa, la madre, sus hijas, hermana, etcétera?

Las pondríamos a bailar empelotadas, disminuyéndolas a culos y tetas pomposos que son constantemente retratados en primeros planos, moviéndose de aquí para allá, apoyándose contra miembros viriles bien dotados. Serían mostradas cual cachorritas hambrientas de carne fálica, rozándose contra caños, como perras contra las patas de un sillón, impartiendo su olor a celo en todo y cada cosa.

Podrían desnudarse por completo, enseñarnos sus coños, hablar como colegialas inocentes deseosas de un picarón que se porte mal y les dé chirlitos en las pompis. Desde la producción les daríamos permiso para autosaborear sus pezones, o disfrutar del goce de que estos sean saboreados por lenguas ajenas delante de las cámaras.

El boom sería encontrar que Marcelo tiene algún familiar que haya perdido una pierna, cuente con alguna de las llamadas “enfermedades mentales”, o alguna otra condición física que al mismo tiempo presenta a) lo bizarro de mostrarse en un baile erótico y b) la sensibilidad social de darle un espacio en la pantalla.
Creo que puede ser el próximo éxito televisivo.

¿Le molestará a Marcelo que las mujeres por las que él siente algo sean puestas en esa posición?
Y si le molesta, decimos que hay libertad de género y ellas tienen total derecho de elegir eso para sí mismas... rebajarse por un lugar en la tele o por un mango, por esperanza de éxito televisivo, que tienen derecho de buscar ser el gatito de algún adinerado calentón... ¿No? Re progre...

Cantata del "Flaco" Luis



La indómita luz se hizo carne en él,
Y al partir sintió una brisa inmensa de libertad.
Lo dejó todo por esa soledad,
Fue a mojarse los pies a la Luna.

Se tocó el alma,
Su carne ya no era nada.
Se volvió canción...
¡Barro tal vez!

Y cantó lo que sintió,
Para evitar pudrir por dentro.
Fusionó su cuerpo con el despertar,
Dejando mucho más que tiempo en su lugar.

Aprendió a ser luz,
Se puso las ramas de ese Sol que lo esperaba
Para usarlo como el aire.
Fue alma de diamante

Sueñe despierte o duerma
o beba el elixir
de la eternidad.
Bien aquí o en el más allá.

Siga de paso o venga.
Cielo o piel,
silencio o verdad...
Está con esa luz que buscó ayer.

Aura
Aquí y ahora
Ser
Devenir
Flujo de existencias
Magma
Sincronía
Unión magmática
Hacerse uno
Conexión
El Todo
Nada
Uno
La marea
Olas de devenires
Sinergia con el "multiverso"
Desde el cuerpo
Con el cuerpo
Cuerpo
Disposiciones
Posibilidades
Creación
a) De lo mismo
b) Nuevas condiciones
Condicionamientos vueltos condiciones
Competencias
La heteronomía vuelta autonomía
(Autonomía= darse leyes)
Somos relacionales
Todos esclavos si el vecino no es libre
El Otro
Volverlo un Nosotros
Colectivo comunidad
Acción
Expresión
Diferencias – Diversidad – Desigualdades
Multiplicidad
Aceptación de creencias
verdades
en vez de Verdad: “creencias que han olvidado que lo son”
Sentidos
Percepción
Creación de realidad
a) De lo mismo
b) Nuevas posibilidades
Nuevos sentidos
Tiempo

La comunión de los absurdos



Corra la corriente en la dirección a la que se dirija.
Frente de barcazas en un cauce al que le dan igual.
Y tanto más nublado si a los barquichuelos también les da lo mismo.
Van de aquí para allá, sólo se arrojan a la mar para quitarle peces sin saber por qué.

La única que sabemos que inexorablemente llegará a horario: la muerte.
Con fuerza, un mundo de sonrisas.
No sentir que llegó muy pronto, no sentir que se retrazó.
Sólo entró sin llamar, pues es amiga de la casa.

¿Qué digo? Es un mundo sin casas.
Los espacios están abiertos, todos en contacto.
Afortunadamente las partidas no entienden de lujos.
Dionisio brinda con su grial de placer.

Ella siempre estuvo ahí merodeando entre todos.
No la quisimos ver.
Ese fraccionamiento de la tierra en casas ni siquiera es tenido en cuenta por los dioses de la existencia que estaban antes de que les demos nombre.

Nacimos antes de entender que nacíamos;
Moriremos a pesar de cualquier ritual.
Su mano tibia me invita a pasear,
Los pasos firmes por algún rincón del viento.

Ver los circuitos empañados,
Advertir al final que quizás la sensación de una vibración que trasciende en encuentros felices
sea el único motivo de tanta circulación y movimiento.

Empero esos rituales son necesarios,
el lenguaje es el entierro de los cuerpos.
Siempre los cuerpos fueron despedidos,
Deben aparecer, tampoco se trata de negar lo que en todos lados comportamos como especie.

Tanto movimiento estático, tanta inercia veloz.
Dar al brillo opaco de los ojos la luminosidad del momento de furtivo nerviosismo.
La irradiación de las lágrimas.
Encontrarse con no saber qué hacer hasta amar la incerteza.

Juntarse a hablar con los temores fundadores de una nueva creencia.
No revivir nada, perderle miedo a lo que se pisa.
Faltarle al cálculo de lo considerado inevitable,
pellizcando los senos de la curiosidad.


Paradoja desafortunada de un tipo con suerte

El tipo jugaba todos los días a la quiniela.
Quería tener mucha fortuna, porque con ella todo es más fácil. Con fortuna uno es afortunado. Como si hasta suerte uno tuviese con fortuna.
Tuvo su fortuna.
"Qué suerte tiene" -dijeron en el barrio.
Empezó a considerarse mejor que los demás. Quienes antes se sentaban con él a la mesa a tomar un vino barato y jugar a las cartas hasta altas horas, comenzaron a envidiarle o a considerarlo un traidor por él ya nunca darles atención: "se da aires ahora" -se rumoreaba.
Lo concreto es que él nunca más les prestó atención a sus viejos amigos.
Quiso pertener a otros círculos, distanciarse de todo lo que le recordara lo poco que afortunado que antes era.
Se distanció de las personas de antes y se acercó a otras.
Conoció que en esos nuevos círculos, la fortuna no era suerte, sino poder, posición social.
Así tuvo que cumplir ciertos requisitos para pertenecer: querer siempre más, hacer las cosas de cierta manera, tener ciertas cosas, desarrollar otras. Tuvo que producir y producir.
Se dedicó a los negocios.
Aparecieron nuevos problemas: la competitividad; los empleados; la bolsa.
Él siempre había querido tener fortuna para cumplir sus sueños: "ver crecer a los pibes dándoles lo mejor, que se conviertan en hombres de bien" -decía.
Murió de un pico de stress en la empresa donde amasaba la fortuna.
"No tuvo suerte" -se dijo.

Atravesándose y recorriéndose.

Me voy a viajar por el mundo.
A recorrer la tierra.
¿Que eso es “loco”?
Mucho más loco me parece no hablarnos, no poder mirarnos, que sea una provocación querer conocerse.
Todos lloramos, sentimos, nos entristecemos, sonreímos, reímos a carcajadas, nos acariciamos, transpiramos juntos y nos agitamos.
Hay tanto por conocer. Sobre todo, hay por conocer a sí mismo.
Lo voy a buscar. Me quiero encontrar.
De repente siento que estoy a punto de jugarme la vida.
¿Esto puede salir mal?
Acaso alguien puede arrepentirse de haber querido sentirse a sí mismo como es jugándose por lo que quiere?

Tanto caminé por esta ciudad.
Todas estas paredes que veo, las luces, tantas historias.
Y ahora cada lugar que sea será pasajero y pasadizo hacia sólo ese lugar en el mundo.
Las vivencias van pasando, ya no son algo permanente con riesgo de aquietarse.
Voy viviendo. Soy vida. Y ya no sé si estoy vivo.
Todo se termina, y como también se termina mi vida, tengo que ir a buscar lo que sueño encontrar mientras viva.
Desesperadamente creo en lo que creo.
A lo mejor puedo enloquecer un poco más. Y quizás me sienta más propio.
Esta es la sensación que antecede a un grito aéreo.
Ese hormigueo antes de saltar desde un risco al agua:
Los brazos se mueven libres, se rebolean por el aire;
Las piernas tienen autonomía de agitarse y moverse por donde se quieran mover.


En el lugar equivocado en el momento no indicado

A veces me pregunto si acaso no habré nacido en la época equivocada.
La vida, el universo, dioses, Dios, el cosmos o lo que sea, me arrojaron a este rincón del mundo (que -con todo- bastante amo) en esta época; de nada sirve penar, salvo para entorpecerse la propia vida.
Desde luego que para cada época existen simples visiones estereotipadas que son reducciones de la totalidad de variaciones que existían en ese tiempo: como suponer que en 1789 todos los franceses eran revolucionarios (bien uno podía nacer en el campesinado alejado de los fuegos jacobinos, de hecho las probabilidades son mayores estadísticamente para que así sea), o imaginar que en la época del antiguo Egipto seríamos faraones (cuando bastante más común era ser esclavo).
Se trata sólo de idealizaciones.
Pero no puedo negar que cierro los ojos y sueño con ser un pintor de las vanguardias del 20, imaginando y sintiendo en lo más hondo de la piel que realmente es posible buscar en la paleta el color perfecto con que pintar un mundo nuevo, la pincelada precisa que corra la línea que divide el supuesto de lo que es realidad y lo que es fantasía.
También vuelo a la década del 60 y fantaseo ser un revolucionario del Che, confiando en que es posible descolonizar a todos los seres explotados por un sistema de capital injusto, en cualquier lugar del mundo.
De igual forma me transporto a la París de 1968 y siento el calor de confiar que se puede llevar la imaginación al poder.
Me vuelvo una hippie en Woodstock, desnuda y mirando a los ojos a cualquier hermano.
Soy algún nativo de una pequeña tribu viviendo en contacto con los demás nativos, lejos de cosas que se enchufen y tengan botones.
Un budista en el Tibet. Un yámana atravesado por la sensación de esa palabra mágica mamihlapinatapai. Un anarquista español. Un trobriandes que mira como ridículo a Malinowski tomando anotaciones. Soy todo eso en su respectivo momento, queriendo ser todo eso en este momento.
Y abro los ojos y me pregunto: ¿qué soy de cada uno de esos que fantaseo ser?

Oscilación de ruido y silencio

un paisaje verde
césped húmedo y sol templado
una cascada que adormece con el manso flujo de su agua
el viento que trae el rocío para volverlo caricias en el rostro
la brisa hace melodías con las copas de los árboles
el cuerpo es un elemento fundido al paisaje

y entonces la tijera en el ombligo

la risa del depresivo y el llanto del psicópata
la culpa del recién nacido por la escalera de nuestras espaldas

sé que mi amor está fuera de estado
mis latidos perdieron el ritmo

un orgasmo-terremoto cada tanto sacude el mobiliario de mi cabeza
se desempolvan las muñecas rusas que miraban desde los rincones

ya no ando sacudiendo la cabeza y rebotando con ideas de aquí para allá:
advienen gotas de transpiración teledirigidas por un arquitecto de jardín

cada tanto una risa desencajada y desatada
a veces un mate y un bizcochito en una plaza
un abrazo y un llanto compartido
la escapada al campo
mirar a las estrellas
el infinito del universo
perderse en el horizonte
jugar con los límite de la visión

todo eso me hace tan bien
y sin embargo lo hago tan poco









Entre palazos y bombas de gas, el premio nobel de la paz


La Academia Sueca decidió entregar el premio Nobel de La Paz a la Unión Europea.
¿Qué es la Unión Europea? Básicamente son los Estados de los países que integran el bloque económico que se maneja con la moneda Euro.
Sin dudas, la decisión tomada por el comité de la Academia responde a intereses políticos, a dar prestigio a los gobiernos de los países de la Unión Europea, y en un mismo movimiento, legitimar las medidas de ajuste aplicadas por estos en la turbulenta crisis económica que atraviesa Europa.
Pero sin dudas esto es una paradoja. Paradoja que al ser analizada con mayor atención, es en realidad un absurdo trágico.
Aquí un somero punteo de los elementos que hacen de esa decisión un absurdo, todos fenómenos que contrapuestos con lo que el término “paz” debería significar, dan forma a un verdadero oxímoron:

Se le entrega el Premio Nobel de La Paz a la Unión Europea, cuando:
se está ahorcando económicamente a las Sociedades Civiles de esos países.
los gobiernos de la Unión Europea han respondido a palazos a las protestas civiles, con represiones que ya han dejado casi un centenar de muertos.
los gobiernos de esos países aplican recortes en educación, salud, derechos laborales, ajustes a los asalariados, etc.

Para no dejar lugar a la ambigüedad, días después de que se determinara que la Unión Europea sería mencionado como un honorable ente pacifista, en Grecia se presentó Angela Merkel, la flamante canciller alemana. Y Mientras Merkel anunciaba en su discurso que el FMI seguiría llenando de deuda y recetas de ajuste al Estado Griego, a cuadras de allí, cientos de manifestantes que salieron a las calles a expresar su descontento con las políticas que los gobernantes imponían, eran reprimidos por la fuerza policial.

Sin dudas se trata de la ejecución de recetas del FMI y demás ajustes de corte neoliberal. Las inmensas deudas contraídas por las corporaciones y los gobiernos de la Unión Europea, son consecuencia de décadas de políticas neoliberales, de sostener la vieja creencia capitalista de corte liberal ortodoxo, que resulta en una economía dominada por el mercado (centralizado, con el consumo desmedido, donde las decisiones las toman los monopolios, donde no hay intervención del Estado en la regulación de las medidas económicas, donde se privilegia la especulación financiera por sobre la producción real).
Así, nuevamente aparecen las deudas privadas que son estatizadas, así las mismas las pagan los pueblos, para que no las paguen las corporaciones económicas. Desde luego, estas medidas afectan a los sectores más vulnerables de las sociedades: clases trabajadoras, desempleados, etc.

En este contexto, le entregan el Premio Nobel a la Unión Europea. Los jurados que toman la decisión de entregar el reconocimiento, deben estar a carcajadas en alguna sala de algún lujoso edificio en Suecia. Los sectores de poder se auto-convalidan, diciéndose el uno al otro “está bien lo que hacemos, aplaudámonos entre nosotros y sigamos así”. Nadie votó tal decisión.
Según el testamento de Alfred Nobel, el Premio de la Paz premio se otorga "a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz". Este premio que goza de tan buena prensa, fue en el pasado entregado a verdaderos luchadores por la paz, como Martin Luther King, la Madre Teresa, Nelson Mandela y Rigoberta Menchu. Pero parece que ya hace algunos años su jurado está un poco distraído, ya que así como ahora a la Unión Europea, en 2009 le fue otorgado a Barack Obama, siendo máximo dirigente de un país con fuerzas armadas desparramadas por todo el globo.
El contraste habla por sí solo.

Tumbas sin cuerpo


Familias que caban hollos donde poner un cajón vacío.
Tejen y destejen la misma historia, una herida que no cicatriza, es el pasado que sangra. Ellos son Penélopes de un Ulises que nunca llega.
Y caban y caban desde hace décadas, sin nada que enterrar. El pozo está en la tierra desde hace tanto...
No hay dónde dejar las flores.

Flores marchitas buscan una tumba donde ser dejadas.
Las espinas pinchan las manos de las familias que piden sepultura.
Hace años sujetan y sostienen las mismas flores. Los dedos sangran por los pinches, pero el dolor casi no se siente; no hay resignación al sufrimiento que se apodera, a no poder poner palabras.

Los aullidos vienen desde el río. Allí dentro, en las profundidades, hay un pueblo gritando.
Los edificios le dan la espalda al agua, que con su leve oleaje intenta llamarnos, traernos un comunicado. Es un mensaje dentro una botella que muchos no se animan a abrir, que otros directamente vuelven a arrojar al río, la entierran y la tierra la escupe nuevamente hacia fuera.

Un riachuelo contaminado que tanto hablaron sobre sanear... hoy pareciera que se dan los primeros pasos en el saneamiento.
El brazo del río que recorre el continente está lleno de sangre, y pasa lo mismo que con aquel riachuelo olvidado, tacho de basura de inmundicia y desperdicios de sociedad... casi treinta años se debió aguardar para realmente poder barrer ese fondo... y aún ese fondo está muy lleno de barro y huesos.
El río continental corrió desde el norte, inundando todo suelo fértil que se ubicara más al Sur: Guatemala, México, Paraguay, Brasil, Chile, Uruguay, Argentina...

Diosa musical


En algún momento de la historia la música se separa de los cuerpos.
El hijo es parido y ya no está en el interior de la madre música. En realidad, se pare a sí mismo.
Los sonidos ya no son organizados ante todo sobre una función motriz, kinética.
Y se aleja de la magia, de un efecto sobre las prácticas.
La música es cosificada, se vuelve una cosa y así le es confiscada al todo del momento divino. Es arrancada de su aura y lo aurático, que siempre impacta como un aquí y ahora, sobre el momento y sobre un cuerpo que siente, que no contiene lo sensorial, que es atravesado por la vivencia sonora. Como un rito, unido a un más allá que es traído a la situación experienciada. Porque la música es un gobierno sobre el cuerpo, organiza prácticas y les da sentido.

En algún proceso del devenir de la historia, la música se transforma en disciplina. Ya no es el aquí y ahora sonoro, sino que se convierte en La Música, lo musical. Es racionalizado, y es estudiado, es puesto sobre rieles de progreso, medido por una perfección, un ideal de la música: el buen sonar.
Y claro, para haber un buen sonar, se debe distinguir de algo, de un mal sonar.
El mal sonar es puesto en un lugar lejano de la razón, que no la haga peligrar; así, es atribuído a lo otro, a la otredad que es puesta en el espacio de lo no racional. En el pueblo “bárbaro”, en lo que está del otro lado de lo “civilizado”, que se se vuelve civilizado en un plano de lo nombrable, montado sobre una valoración de su interior, la razón categorizadora, es (auto)reconocido como del orden de lo civilizado.
Hay una escisión, una secularización. Es el enfrentamiento y el control sobre todo lo que sea considerado desordenado, pero sobre todo, que sea vinculado a lo denominado como irracional, como una clasificación que funciona rígidamente. Y en lo irracional está lo mágico.
Por medio de la razón, el ritmo de los dioses profanos, se vuelve el ritmo del hombre (por supuesto, del hombre civilizado). Y lo racional conecta con la idea, con un idealismo superior, elevado, pensante, de un estadio de una supuesta mayor evolución, cabalgando sobre el progreso, al cual se accede por la puerta del orden, mientras lo otro se postra sobre el lodo de lo inferior, de lo menos evolucionado, alejado del progreso, antiguo, corporal, que no es lo elevado.
Y el ritmo ya no irrumpe desde y hacia el movimiento, desde lo sonoro que contagia la sangre, ya la música no sucede en el sitio, no es acontecimiento irrepetible, no es experiencia situada, no se experimenta jugándola, tanto los que la hacen sonar, como los que la “escuchan” -un escuchar constante, no atomizado- desde el cuerpo.
En cambio se compone y se ejecuta acercándose a la idealización de esa composición. Composición que en algún mundo superior contiene su perfección. Se diseña un mundo de las verdades, donde los sonidos son el sonido correcto. Y se debe sonar como ese sonido perfecto, cercano al bien.
Así, la música ya no está donde sucede, está en otro lado sacralizado, el paraíso de las buenas formas musicales, que por supuesto, se asocian a formas de modales, los buenos modales.
El proceso debe adoctrinar ese vivir la música, porque se lo imagina cercano a las pasiones y es símbolo de peligro. Es un cuerpo libre que baila. Debe ser racionalizado, poder anticipar sus prácticas, contenido, que se ajuste a un baile estandarizado: el baile fino, el buen bailar, correcto, noble, cortesano y pautado; es acordado, se ajusta a un contrato social que hace suponer que no pone en peligro a esa sociedad.
Entonces, la otra música que fluye, que corre y no se detiene, que es constante y pone a sus bailantes junto con esa continuidad, los aloja en su seno y ellos se arrojan a su fuego, esa otra musicalidad que se une con ellos, existiendo en tanto unidos y recorriendo el espacio juntos, es mediante esas estrategias de control, detenida, discontinuida y llevada a la hoja, a la nota medible. El sonido es matematizado y separadado en partes, en un alfabeto de sonidos, un código. Esto se da como si de una disección se tratara, es estudiada clinicamente, operada, descuartizada. En la operación quirúrgica, se le extirpa lo enfermo, lo podrido, el mal de lo incontenible, de aquel baile que no se detiene y no es contenido por una carne física que se separe del entorno que es atravesado por las vibraciones que recorren el lugar en el que el cuerpo vive y late en su aquí y ahora.
El ritmo alegre, alegra (y no es que haya un ritmo que es esencial y universalmente alegre, sino que para una cultura, para sus cuerpos que reciben ese ritmo, es generador de alegría, y para otra -aun si es de la misma sociedad-, puede producir otra cosa). Pero la alegría no tiene buena fama en ese momento en que el proceso hace caer lo considerado banal, que es lo que portan esos otros sectoeres rotulados de “bajos”. Todo lo que se identifica con los individuos de ese conjunto social, es despreciado. Las fiestas, carnavales y ritos con que se identifica, son perseguidos, prohibidos o apartados. Ese modo alegre, simbiótico, que tiene de vivir esas festividades, será reducido.
Pasa a haber una aspiración de un sentimiento más elevado, más profundo, que tiene que ver con algo idealizado como “bello”. Es asociado a una pasión que es sana, a sensibilidades altas que tienen que ver más con la idea correcta, con un efecto preciso que impacta en un lugar más hondo, más cercano a un centro que es depositario de la verdad.
No se trata de simples halabanzas a algo que sería más puro, en absoluto. El foco debe estar en que existen distintas formas de relacionarse con la música, un elemento vital en la constitución de identidad de los sujetos en una comunidad, que los encuentra, que es componete decisivo en accionesde culto, que agrupa y desagrupa colectivos, conforma lazos y cambia imágenes.

Ahora el ritmo es estudiado desde la rítmica, y desde ahí vinculado a un sentimiento con nombre en particular. El ritmo se torna disciplina de la rítmica. Es teñido de civilización.
Pero desde luego, también hay un existente rasgo de orden sonoro que se altera, hay otra sonoridad, una nueva afluente de formas de sonar -que luego serán llamados géneros o estilos.
El ritmo caótico, oceánico, ese mar bravo que vuelve gotas a sus bailantes, un mar que es existente por sus gotas, es contenido, es estilizado. El mar entra en un recipiente.
Porque lo que ha cambiado son esos cuerpos, portadores ahora de la razón, del pensamiento positivo, separado. Por tanto, han de relacionarse distinto con su mundo. Es ese pensamiento vinculado a un nuevo trascendental, que está en otro lado, en un sitio separado de este, que es criticado, que se autocritica y se reconoce como en vía de un camino de progreso, y que por eso tiene un mañana más próspero cuya contraparte es un hoy menos pleno.
Cambiados esos cuerpos, cambiada esa música. Y hay circularidad.
Pero también la piel resiste, y se esconde en lo popular, en la cultura subalterna.
El sonido es estilizado y se ajusta a un modo de sonar que es visto como correcto, desde un enfoque etnocéntrico, con sus propias creencias que son autojustificativas de la puesta en marcha de todo un aparato de control que se despliega mediante dispositivos y herramientas precisas de una estrategia determinada.
Así, debe sonar de una manera. Es un proceso de estandarización. Todo se vuelve igual, la nota que suena así, debe sonar como ese modo de ser ideal. Se unifica sonidos en canciones, y la canción debe sonar como esa canción es en su forma del bien, como suena cada nota como se halla escrita en una partitura. Las notas son montadas sobre líneas matemáticas que jamás se tocan con la piel. Y son impalpables en muchos sentidos, ya que no se las vivencia corporalmente en la carne.
Lo indominado tiene que ser dominado. La música cósmica debe volverse la “adecuada”, la que es leída como la correcta, donde no hay desborde sino que hay previsión.
En ese medir el sonido, también se investiga con nuevas sonoridades, surgen también otras diversidades. Porque el sonido jamás es del todo dominado. Así es que es vinculado también a un espacio casi sacro, el de las Bellas Artes. Y tiene el prestigio de ingresar a un espacio que es cargado con cierta idea de creación libre, de una imaginación divina.
Claro que volviéndose cosa puede adaptarse a un sistema mercantil preciso, volverse mercancía, comerciada, puesto a disposición de una industria de producción, venderse y comprarse, puesta en vidrieras, adquirida y coleccionada, es transporatada a una casa donde se la escucha en forma privada, personal.
En la casa, también es escuchada a solas, y hasta quizás oculto del ojo ajeno, en un lugar que se la pueda bailar libremente. La libertad del baile está encerrada, se la encuentra en el encierro. O quizás haya que ser menos auspicioso, y decir que se la busca, preguntándose si se la encontrará. Sí, algo se encuentra, pero sin la fusión del cuerpo del otro, sin que se produzca el cuerpo compartido, unido, fundido, no será necesariamente igual.

Por su pasado de apasianodor, pero también por las propias potencias que la música porta, no puede ser separado del todo del cuerpo.
Y la música es asociada a ciertas prácticas precisas, a acciones que son cuantificables y nombrables: ir a una disco, que acompañe en el espacio de la casa, generar clima en un bar, escucharla en un recital en un estadio o en un teatro -lo que demuestra que en algunas dimensiones, sigue existiendo la música vinculada al hecho de que los cuerpos se tocan, saltan y empujan, buscando unirse; pero también está en un sujeto que ingresa un teatro y se ubica en una butaca precisa, un teatro que ahora es silencioso y donde se tiene que escuchar de un modo fino y delicado.
Sin embargo no permite ser totalmente administrada: existe esa combinación. Sigue la música a veces produciendo ese momento de sensación de totalidad, el momento de la magia, de fusión del todo y la nada.

Por si querés llamarlo despedida



El fin es una forma tan extraña de concluir las cosas.


No sé si estas palabras llegarán a vos, pero es lo poquito de esperanza que me queda.


Tanto surgió para decir, y ahora siento que soy nada más que silencio.
Quizás no pueda ver dentro de tus ojos otra vez.


Nos quedaron pendientes los viajes en hoja de otoño, los paseos en barquito de papel.


¿Quién verá formas en las nubes?


El papel está mojado: tal vez esta sea la última gota de magia que empapa uno de mis poemas.
Creo que me asusta más el hecho de pensar en no volver a llorar de esa manera incontenible...


Pero las estrellas cada vez brillan más arriba, ya casi no escucho la guitarra de fondo que suena en mi vida.


¿Qué guionista dirigirá ahora mis sueños cuando duermo? Están apareciendo personajes de lo más normales; en traje y color piel, como vanas repeticiones de escenas.


¿La pintura serán manchones sobre cuadros, los sentimientos se separarán del pincel?


Mi necedad combina algo de nostalgia, y me lleva a seguir juntando panaderos, a quedarme mirando a las hormigas, sentado al lado de mi triciclo, para cuando quieras salir a pasear.

¿Vos qué hacés?

Cuando se me pregunta: “¿vos qué hacés?”, no empiezo contestando por el trabajo. No respondo descomprometidamente. No porque pretenda hacer una verdadera carta de presentación, sino porque yo mismo creo que lo que hago tiene cierto compromiso conmigo. No porque el trabajo no lo sea –aun si uno lo hace descomprometidamente-, sino porque no es mi hacer más importante. Habitualmente se contesta ese “¿vos qué hacés?” con un “Soy abogado/alfarero/policía” etcétera, o también “estoy sin trabajo”, “estoy estudiando”. Si hay algún hecho destacable que sucedió recientemente, puede ser también que se lo mencione: “tuve un hijo”. Pero de no haberse dado algo tan trascendente, casi seguro que se comenzará respondiendo a qué hace uno, con el trabajo que hace. Yo respondo: leo, escribo, camino con calma, observo, reflexiono, actúo. Más allá de lo naif que esto resulta, en mi caso yo no comparto que lo más importante que hago es trabajar, más allá del lugar considerable que ocupa en mi vida, me identifico más con otras acciones que realizo, creo que dicen más sobre lo que me interesa. Lo asombroso es cómo se desnuda que el mundo occidental pone casi por delante de todo lo que las personas hacen, al trabajo. En efecto, no son pocas las corrientes de pensamiento que han postulado que la vida moderna se estructura muy consistentemente entorno al trabajo que los sujetos realizan para conseguir sus recursos, variando así toda su existencia en base a si es asalariado, dueño, etc. Tal es así que comúnmente se utilizan categorías como Clase, que tienen que ver con el trabajo, el nivel de ingreso, el patrimonio, el consumo, y se las clasifica como organizadoras de los grupos sociales. “¿Vos qué hacés?” Diariamente, esa preguntita recorre las conversaciones de los vínculos interpersonales. Parece apenas eso, una preguntita, la cual pasa desapercibida y consulta por lo superficial, pide por una breve mención de las cosas que alguien hace. Sin embargo, una importancia trascendental reviste esta pregunta que parece ser pura formalidad. Puede decirse a primera impresión, que la respuesta a esta pregunta también suele darse desde pura formalidad, que comúnmente no es más que un lugar común, un mero estereotipo. Es la respuesta una suerte de creencia axiomática: nos indica el orden de importancia que socialmente se da a lo que las personas hacen. Las ordena jerárquicamente. Si la respuesta es ordenada empezando por el trabajo, la familia, algún proyecto particular, entonces da una pauta parcial del valor jerárquico que se le da a las acciones. Indica brevemente qué se considera lo más destacable en la vida de las personas, si no hay nada digno de mención. Da información sobre qué se cree que define a la vida de los sujetos. En los lugares comunes radica una información valiosa para quien escucha y observa con detenimiento. Se puede interpretar, a partir de esos formalismos en los que quien contesta parece no poner nada de sí para crear nada nuevo, una suerte de grado cero de lo que socialmente se dice sobre “el hacer”, sobre lo que una persona hace, sobre a qué dedica su tiempo, es decir, en parte, sobre quién es. El estereotipo, también es un tipo, un modo de ser, que suena a dos bandas, que resuena fuertemente. Algo nos dice sobre lo que da base a la conversación, algo así como lo convencional a lo que se acude en las conversaciones, para no profundizar demasiado en la cuestión de quién uno es y qué hace de su existir.

¿Acaso no fue real?

¿Todo eso fue un sueño o pienso que lo fue porque desde entonces no dejo de soñar con ello?
Pero es que todavía escucho su risa tan viva y su voz que me dice al oído que todo va a estar bien, aún huelo su perfume, siento su respiración agitada y sus manos que me aprietan la espalda, llevándome más contra ella cuando hacemos el amor.
¿O es que acaso todo eso no fue real? ¿Y si todo eso no fue real, a quién le estoy escribiendo yo?
¿No era real el sonido tan vívido de los latidos de su corazón cuando apoyaba mi oído en su pecho?
¿Construí en mi mente el hecho de haberme quedado mirándola mientras dormía?
¿No la llevaba en brazos cuando ella no podía pisar?
¿No eran verdaderas las poesías que yo veía en sus piernas, las pinturas que para mí eran sus lunares?
¿Tampoco existieron sus palabras precisas, las charlas a corazón abierto y las miradas que hacían sentir que nada más existía alrededor?
¿Y los besos, las suaves mordeduras en los labios, las caricias en el pelo?
¿Qué fueron esas lágrimas desnudas de la coraza que solemos vestir para protegernos, aquellas que no pudimos ni quisimos contener cuando nos despedíamos?

Devenir flujos de acción



Estamos hechos de tiempo. Somos el siempre y el nunca en la carne.
El tiempo son hechos en el mundo que percibimos.
Todo el tiempo somos tiempo presente: aquí y ahora.
Tenemos nuestro pasado y con él hacemos distintas cosas;
Hacemos la historia, hacemos lo que será: el futuro.
Somos en el tiempo, y el tiempo es porque creamos cosas en él. Con él.
El tiempo es potencialidad de ser.
La posibilidad de desplegar algo. De concretarlo como de no animarse por diversas excusas que distraen o intimidan.
El mundo y nosotros. El tiempo y el espacio.
(El espacio es el mundo arrojado hacia afuera de nosotros.
El tiempo es el mundo devuelto dentro de nosotros.)
Devenir de hechos en el espacio.
La vivencia de esas acciones.
Nombrar al tiempo, medirlo, es una forma de administrar las cosas que en el mundo suceden.
La libertad está en las acciones, las acciones están en el tiempo y el espacio (ambos percepciones desde el Yo).
La agenda es una forma de administrar las acciones, de dominar el tiempo.
Administrarte es dominarte, y entonces hacer algo con vos.
¿Qué pasa si tu tiempo se vuelve rutina, si se torna obligaciones de una agenda que vos no decidís? ¿Vos dónde entrás en tu propia historia?
Medís la vivencia, la existencia: la llamás “segundos”, “minutos”, “horas”, “días”, “años”, "vueltas alrededor del sol", "una vida”.
La llamás y no se acerca. No contesta porque está ocupada por vos, y sos vos quien tiene que hablar, sos quien tiene que acercarse.
Podés ser una aguja que cumple con como le dijeron que el tic y el tac suena.
Podés volverte el cumplimiento de una agenda.
O podés ser el sonido que inventa su propia historia.

Esterilización aprehendida


Sentate derecho. Mirá para adelante. No hables. No te muevas.
Pedí permiso para ir al baño. Callado, nada más escuchá. Quieto, sé pasivo.
Nada de juntarse para decidir cosas en grupo. Ni sospechar en aprender a organizarse para conseguir la fuerza. Las cosas ya vienen decididas, los anteceden y por eso no se pueden cambiar.

Acá venís a algo no divertido, pero no se te ocurra dormirte.
Cumplí todas las normas; sin cuestionarlas, sin protestar.
Memorizá y regurgitá las cosas tal cual se te dieron, sin cambiarles nada. Sé autómata, mecánico, sin salirte de los esquemas.

No importa las preguntas que vos tengas, las que te vayas haciendo. Van a terminar interesándote estas preguntas, y ya te damos la respuesta. Te la damos de cierta manera para que te contestes eso y de la manera que se te dio.

Sos un recipiente vacío sobre el que vertimos contenidos. Contenidos ya cerrados, rígidos, no para despertarte, no para que seas crítico ni pienses por vos mismo. Son los contenidos que convienen al vencedor, que mantienen las cosas como corresponde (¿corresponde o conviene a algunos?). Son parcialidades universalizadas, interpretaciones enseñadas como verdades absolutas, sin explicar de dónde vienen ni adónde nos llevan (las llevamos, en realidad, cosa que tampoco se dice).

Les hablamos sobre qué es democracia y libertad, pero acá no van a conocer ni lo uno ni lo otro. Ustedes son todos iguales, no importa la historia, la individualidad, los deseos, la personalidad de cada uno, a todos les damos lo mismo y lo tienen que repetir.

Estos son los límites, acá están las paredes y no se pueden salir.
Serán todos iguales para servirle al mercado.
Las líneas, rectas. Esto subrayado de azul, esto marcado con rojo. A un metro de distancia. Ahora se canta esta canción militar, ahora se aplaude.

Si tienen una forma de pensar distinta, muy creativa, tanto como para distraerse con esos contenidos acabados y duros, entonces tienen un “problema de atención” y los medicamos. (Pisotear, nada de dejarle volar.)

Si su forma de ser no ensambla con como queremos que sean las cosas, no corresponde con lo que necesitamos que sean ustedes, lo que está mal es su forma de ser, no nuestra concepción de lo que ustedes y las cosas deben ser. Menos está mal nuestro método. La culpa siempre es suya.
Nada de explotar las potencialidades de cada uno, nada de hacer artistas, seres activos, individuos que sepan problematizar, cuestionar y construir algo mejor.
No. Tienen que pensar todos lo mismo: la versión que encaja. Que ve el mundo y piensa de determinada manera.

Cadena de montaje de gente. Standarización de personas. A agarrarlas en el momento en que están más blanditos. A hacer sujetos obedientes, dóciles.
Hay que competir con el otro, no verlo como posible aliado. El otro es una amenaza a quedarse con algo que podés tener vos, no un posible complemento con el que también aprender conjuntamente, no uno con el que hacer agrupados.
...
...

¿Qué es real? ¿Qué es fantástico?


Separar al mundo en realidad y fantasía, no es otra cosa que una forma de administrar la percepción, de controlar los horizontes de posibilidades, el mundo y el futuro que nos proyectamos.
Arrancarle lo fantástico al mundo, es despojarnos de la imaginación. Se trata de presentar a “lo real” como algo acabado, casi inmodificable, a lo cual tenemos que resignarnos.
Es un mecanismo por el cual nuestros propios cuerpos interpretan lo que viven dejando poco margen para la sorpresa. Son creencias que condicionan a los sentidos.
Es una estrategia de control, por la cual uno mismo se limita a desplazar ciertos pensamientos, a apartarlos y desecharlos por no corresponderse con lo que se cree que “la realidad” es. Así antes de intentar algo, ya se lo tacha de imposible, sólo porque la lectura social incorporada lo ubica del lado de lo “fantástico”.
Pero las leyes que rigen por lo que entendemos por lógica, por esa racionalidad de causa y efecto, no pueden dar explicación a todo lo que atraviesa nuestras pieles, nuestras imágenes mentales: existe lo irracional; occidente no tuvo más opción que admitir el inconsciente; está la creación; hay risa; tenemos arte transgresor; nos vibra esa música que se nos mete y desde adentro nos hace mover; sentimos el amor… sí, lo sentimos.
El mundo es realidad y fantasía a la vez, esa separación de la modernidad no existió en todos los tiempos, es vivido de distintas maneras en otras culturas. Acá sólo es matematización y desencantamiento del mundo. Lo fantástico no necesita inundar la realidad, porque el mundo no está dividido de esa manera: la realidad ya es fantástica; la fantasía es real.

Deshacernos


Te miro y no te veo.
Es que todo lo eterno cabe en un segundo,
Pero en un segundo se puede escapar todo lo que era eterno.

No podemos seguir con ese reloj sonando dentro de nuestra cabeza.
A veces los melones se caen, a veces se pudren, a veces son dulces... a veces.
Me ocuparé de lo que siento, pero no dejaré de hacer lo que siento.
Mejor deshacer todas las expectativas que nos vienen de no sabemos dónde,
Y volver a preguntarnos qué queremos.

A lo mejor todo esto era inevitable,
Aun así, no hubiese intentado oponerme.
Creía que las ganas acercan más de lo que los kilómetros alejan,
y que la noche puede cubrirse de neblina espesa como la esperanza.

Si volviese ese momento, ¿sería todo igual?
¿Qué sería si te espectaras a vos viviendo ese día?
Y si fueses la actuación de vos,
¿cuál sería el final de la remake?

La eternidad estaba en aquel instantito en que el sol te ve de frente...
El infinito se renueva constantemente;
pues la historia no es otra cosa que aquello que hace que a cada rato se obre y se crea algo y no otra cosa,
es ese elefante que avanza en círculos sobre la punta de un alfiler.
La historia es presente que dice lo que será el pasado.
Pase lo que pase... no se deshará aquel día.

Adalid religioso del mercado


El mundo empresarial necesitaba un líder, a un idólatra de la ganancia.
Surgió un emblema para que se aplauda explotación.
Un gurú al que se le festeja todo, cuando lo único que hace es negocios.

El poder hegemónico se adapta al siglo xxi, reconoce que la nueva religión está en el mercado. Que la cruz está en el signo dólar, que el templo es el shopping o la bolsa, y así nos vende a su profeta, el mártir, un tipo que se armó una empresa con la fantasía de llenarse de plata, y se llenó de oro. Y si las ganancias bajaban, echaba trabajadores.

Sus profecías eran productos tirados a la tecnología, su mensaje era mecanizar el mundo.
Y llaman revolucionario, genio, ejemplo, a alguien que sólo es exponente de un modelo de desigualdad. Que sabe mejor que nadie cómo sostener esa desigualdad, y disfraza eso aduciendo que son sueños, que son lo que el mundo necesita, diciendo que hizo algo por los demás y dejó algo para todos.

Y van los corderos a comprar esa biblia del hombre capitalista; ese libro que comentan y glorifican en todos los canales de Tv, en cada radio, medio gráfico, tiene todo un ejército de obispos y curas del negocio a su servicio, para pregonar esos valores de individualismo egoísta, del “todos estamos solos”.
Y van los corderos que ya tienen esa religión en la carne, que fueron bautizados con el intercambio de mercancías, quieren ser como su ídolo, adoran a un millonario (como tomar al dueño de la empresa a la que venden su fuerza de trabajo, sólo porque es millonario y logró tener miles de trabajadores a los que ni conoce y toma y expulsa cuando a su bolsillo le conviene).

La elite multinacional del mercado más concentrado se creó un dios, e hizo con él lo que mejor hace, venderlo. Dispositivo para que, admitiendo a ese dirigente de las corporaciones del capital transnacional, se admita a todo el sistema.
Y lo defienden, y le sostienen el negocio, se sensibilizan con la historia de cómo hizo su riqueza, y la perdió, y volvió a ganarla. Hasta se sienten identificados con él.
Y van a la librería y piden el libro de Steve Jobs.

Si hubiese un Capitalismo del amor, este consistiría en que los demás forniquen a nuestra pareja por nosotros.
Su ideal sería el de mastúrbese quien pueda, y la estructura sobre la que se erigiría sería una que propinase miles de felatios por un lado, y cociese bocas por otros.
Los impotentes tendrían pornografía gratuita, al tiempo que la frigidez sería religión y la promiscuidad práctica.
Podríamos quedarnos con la compañía ajena, so pretexto de que no la fornica siguiendo las buenas costumbres.
Destruiríamos el suelo del vecino aduciendo que no ama lo suficiente a su pareja, y luego nos quedaríamos con el suelo, la pareja y el vecino.

Persona en oferta

20% de descuento
Compre, compré y comprarás.
Satisfacción garantizada, o le devolvemos la esperanza.
El ojo vuela desde el cielo, te ve a vos y a todo.
Estás sin ropa corriendo en un campo vacío pero lleno de máquinas:
Una vidriera.
Ahora, vamos a un corte comercial.
Cambiamos las reglas, pero no el juego.
Tu imaginación está en promoción,
Antes de dormir, se publican dos sueños al precio de uno.
Con vivir un día te llevás otro igual a mitad de precio.
Ni sabés donde está la palanca que tiene a la cinta de ensamble prendida,
Sos una persona en oferta.

Sutiles formas de (des)información

Cuando se hace un cacerolazo o corta una ruta porque está complicado comprar moneda extranjera (la moneda que puso las economías a merced de su moneda), o porque se quiere gravar a la renta extraordinaria, en todos lados se muestra ese cacerolazo o corte de ruta explicando por qué se está tomando esa medida. Es decir, manifestando el motivo de la manifestación se legitima la manifestación, se toma como válido al motivo. Se da la noticia cacerola en mano, informando desde "el pueblo" (término cargado de conflictos, uno de los más problemáticos de la historia; en este caso, pareciera que el informante decidiera quién es pueblo y quién no lo es), como si el conductor del noticiero o el movilero estuviesen en la calle del lado del manifestante.

Pero cuando el corte de calle o la movilización es en reclamo de la reincorporación de delegados echados injustamente de una empresa multinacional (caso Kraft) -cosa que hasta la misma ley prohibe hacer-, o cuando el corte de calles es en reclamo de formas adecuadas de trabajo, es en denuncia porque una ambulancia se negó a ingresar a un barrio humilde, es en protesta por los indigentes que son levantados de las calles de la Capital y arrojados cruzando la General Paz, entonces, para estos casos, la noticia es dada como un informe de tránsito (cuando no directamente ignorada).
Sólo se menciona que están cortando la calle y que al automovilista eso le molesta: "está muy complicado llegar al Centro por cortes de calle... paciencia", dicen los (des)informantes, como si ahora "el pueblo" pasara a estar arriba de los autos, y los que se manifiestan son otra cosa que no es pueblo.
Ante esto último, ubican a quien "recibe" esa noticia (oyente/televidente/lector) en una posición específica: del lado de un peatón o un automovilista, del lado de quien le molesta el corte de calle. Esto es porque al no dar el motivo, hacen creer que ese corte no tiene motivo, que ese reclamo no tiene justificación, que es puro capricho o ganas de molestarlo.

Contraponiendo un modo de transmitir la noticia al otro, la diferencia es sutil, pero al analizarla, es clara: hay intereses y estrategias para defender esos intereses. Ciertos reclamos de un sector social (ese al que los informantes responden)interesan y son administrados como "justos", mientras las demandas de otro sector social, son tratados de forma tal para que sean rechazados.
Y el que cree que por no encender la televisión, la radio o abrir el diario, se mantiene al margen, se equivoca, porque lo que se está produciendo son formas de ver e interpretar el mundo, y esas formas circulan entre nosotros, nos tocan aun involuntariamente. En mi opinión, no existe alguien "salvado" (¿salvado de qué, ante qué?), eso es cosa religiosa; lo que hay es conciencia sobre las operaciones que revisten los hechos, y es la llave para actuar o mantenerse al margen (forma particular de comprometerse), modificar y modificarse.

Poesía desde el cartón

Ayer a la noche, en el bachillerato, se invitó a los estudiantes a que escriban una poesía.
Jorge tiene 24 años y cartonea hace casi 13:

"Mi vieja se fue cuando yo tenía 11,
se fue a ningún cielo,
se fue a vivir dentro de mi corazón.
(Yo no creo en ningún dios...
aunque visito el infierno cada noche.)"

Implacable, como su realidad, su voz no se quebró en ningún momento -él sabe de mantenerse firme.
Como él no lloró, alguna lágrima solté por él.

Piel somos


Éramos esa niña, éramos ese niño.
La misma piel éramos: piel de niños. Lo somos.
Los años fueron pasando. Años sin miedo, años con miedo. Y todo nos fue pasando en nuestra piel, con ella, por ella que somos. Esa de niño, esa de niña.
Nos fueron atravesando las victorias, las derrotas. Nos fueron quedando cicatrices, marcando algunos golpes. ¿Y el rastro de que nos hemos levantado? Arrugas, el tiempo sigue marcando la piel.
También se nos marcaron las arrugas de las sonrisas que tuvimos. La piel se nos ajeó de vida, se surcó de años mientras fue arando caminos. Fueron apareciendo los recorridos de la vida en la piel.
Nos quedó lo que recibimos, los abrazos. Nos arañaron otras uñas. Nos dieron caricias otros dedos. Las lágrimas que la recorrieron.
Y hoy es la misma piel de niños, llena de vida, como llena de niño y niña.Hoy toda esa piel, con todas esas marquitas, es la que somos, la que nos trajo a esta cama, estas pieles tan pieles, las pieles que se juntan y se encuentran.

Kilómetro Cero



Fue en el cine Gaumont donde por primera vez escuché la canción Tanguera de Mariano Mores. Tenía 21 años y esa tarde había ido por sorpresa a la casa de mis abuelos:
-Empílchense un poco. Los invito al cine- les dije.
Abuela, abuelo y yo fuimos al Gaumont a ver el documental de Tango Café de los Maestros.
Tanguera llegó en el momento cúlmine de la película, y evidentemente esa decisión del director tenía razón de ser.
Los violines me ponían la piel de gallina, el sonido de la canción me tenía dominado en sus notas, sin pensar, sólo escuchando, me llevaba flotando en el aire, de una pared a la otra con su fraseo, y me estremecía con el bandoneón que me conducía a una calma que de golpe era desgarrada con los estruendosos golpes de platillo y un acorde de piano que ingresaba furioso.
Me sentía pequeño en esa sala, ante tanta potencia, guardada en esa canción durante tantos años. Me sentía pleno con la rabia y la dulzura que guardaban esas partituras que escondían esas nuevas sensaciones, traídas en un soplo hacia mí.
Era todo emoción, sentimientos traídos por la música desde algún lugar de mí. En el momento de mayor convulsión de la melodía, sentí que la canción era escrita para la vida, que era un relato de las agitaciones, trastornos y dulzuras que en la vida solemos experimentar. En ese instante me pregunté cómo es que no conocía esa canción, que nunca antes la había escuchado, que no conocía su título ni su autor ni su historia y sobre todo, que no había conocido su fuerza. Con un cachetazo musical descubrí mi inexperiencia.
No pude mirar la cara de mis abuelos durante la canción para saber si ellos sentían lo mismo, pero imaginé que conocían el tema, así es que en el segundo en que sonó el último tono, lo único que pude hacer es preguntar a mi abuelo (enciclopedia abierta de tango) cuál era el nombre de la obra.
Fue peculiar que el título me dijese que en verdad no había sido escrita para la vida íntegra, tal como yo lo había imaginado, y que en cambio, fuese compuesta para una mujer. Tanguera; la palabra quedó en mi cabeza. Me hacía sonreír el hecho de que la composición que me llevaba a pensar en la vida toda, en realidad estaba destinada a una mujer, sobre todo por cómo muchas veces cruzamos esas dos cosas, y una toma el lugar de otra.
Yo había invitado a mis abuelos al cine con intenciones de regalarles un momento y el regalo fue mutuo- quien se sentía viviendo algo nuevo y descubriendo como si nunca hubiese escuchado Tango era yo.
Compartiendo y disfrutando algo tan hermoso, tanto mi abuela y mi abuelo como yo, con sonidos de su juventud, nos sentíamos unidos.
El cine Gaumont, también lleva el nombre de KM 0, como quien dice, el comienzo de un camino.

Grito de aliento


¿Cómo podemos saber lo que somos sin buscar lo que queremos?
(No es una pregunta para intentar hacerlo.)

Eso que se supone que “somos” (el ser) no puede ser otra cosa que nuestro devenir.
Ninguna esencia inmutable o lugar sagrado posterior.
Desde luego que hay condiciones y ciertas determinaciones, pero eso no implica ceder a ellas, más bien todo lo contrario.

Si el devenir es lo que será, no queda más que construirlo; y si acaso algo o alguien intentará guiarlo por nosotros, al menos vale la pena saber que eso puede ser nuestra voluntad, que ese alguien podemos ser nosotros mismos.

A riesgo de sonar romanticista (que no tiene por qué ser algo peyorativo en sí mismo), digo que quizás lo mejor siga siendo insistir por los sueños. En definitiva, sabiendo que dimos hasta el último aliento, ¿qué puede salir mal? A nadie tendremos que reclamar después; ni preguntarnos qué hubiese sido si…

Para nada es un llamado al egoísmo o al individualismo, ya que desde el inicio, no habrá solidaridad que valga la pena si no se tiene presente que las cosas están por hacerse, ni tampoco, desde luego, si no es movilizada por la convicción y un sentimiento profundo.

Tal vez, cualquiera sea el resultado, esa sensación de ningún resto al final, ese hermoso cansancio que nos dice que usamos todas las fuerzas, sea el signo de la emancipación, del valor de la libertad.

Supongo que la respuesta debe estar en el intento.

Zombies o monumentos


Andan apagados, húmedos, con peso cargado,
Ropas brillantes y luminosas.
Deambulan, dan vueltas;
Un caminar que parece un baile con pasos seguros y fluidos.
Tiemblan, los escalofríos los poseen.
Miradas fuertes, su pose firme.
Los párpados entrecerrados, la mirada perdida.
Con sonrisa convencida o los labios apretados.
La boca semiabierta deja escapar un sonido que da lo mismo conservar o expulsar -la lengua al borde del labio inferior, la saliva se acumula allí.
Determinantes con su dirección, sacando pecho y la frente en alto.
La espalda encorvada, la cabeza que se deja caer.
Todas sus cosas (son tantas) les dan tanto prestigio.
Se arrastran los pies, oscila el cuerpo desgarbado.

Sobre el ser

La mayoría de las religiones consideradas más importantes, otros sistemas metafísicos de creencias, y hasta las filosofías del Romanticismo y el Idealismo, han supuesto o sostenido con argumentos a un ser esencial, que contiene una Verdad que debe despertar y que es de un cierto modo, y no de otro, en sí mismo. Es la idea de una iluminación definitiva, como un estado último al que la persona puede llegar (y algunas fes religiosas y/o filosóficas han planteado que a ese estado sólo algunas personas pueden llegar, personas de cierta casta y no de otra, o provenientes de un lugar del mundo y no de otros, o de un sexo y no del otro, etc.), y que únicamente a partir de allí pasa a ser real, y todo el resto no lo es.
Carpio pasa en limpio que el ser es lo que hace que todo ente sea, y que “se llama ente, todo aquello que es”.
Desde los principios de la ontología, se han postulado axiomas del ser, como por ejemplo el de la identidad –que dice que todo ser sólo es idéntico a sí mismo-, y el de la contradicción –que afirma que nada puede ser al mismo tiempo “ser y no-ser”. No vale la pena continuar con las ecuaciones ontológicas, lo cierto es que estos principios pueden ser, y han sido, interpretados de distintas maneras, entre las que puede ubicarse tanto lo dicho por las filosofías idealistas, como por las fenoménicas o las materialistas históricas.
Lo que me parece claro, es que aquella cosmología de que uno es algo más profundo esencialmente, más trascendente que las cosas que vive, se encuentra fuertemente arraigada en la media del ethos, como una cosmovisión que deja sus huellas en muchos de los discursos circulantes.
Esa afirmación del ser-esencia ha aparecido tanto bajo la forma del binomio alma-cuerpo, como de un espíritu ilustrado que debía ser cultivado con “alta cultura”, entre otras. Como toda creencia, se haya forjada por –y forja a- relaciones de poder particulares, se encuentra atravesada por ellas, al tiempo que las resiste y/o sostiene: puede pensarse en el dogma que postula que el alma es lo sagrado que debe salvarse y que el cuerpo es perecedero (a veces culpable y pecador sólo por ser carne) y por ello lo que a él le sucede es menos trascendental, como dispositivo de poder para ejercer cierta fuerza sobre los cuerpos, para dominarlos y someterlos de formas determinadas.
Pero otras filosofías se han inclinado por defender que no hay ser esencial, que más allá de las condiciones biológicas, todo humano lo será culturalmente, siendo socializado, y lo será desde los límites de su tiempo histórico y lugar geográfico. El ser no es nada en sí mismo, sólo es igual a lo que es, y si no es nada sólo por el hecho de serlo, entonces el ser deviene. ¿Cómo deviene? Relacionalmente. Ya que nada es algo en sí mismo, tan sólo lo será en relación a otros seres, acciones, creencias. Es decir, no hay un ser que ya está hecho y se debe alcanzar, sino que el ser, eso que cada uno es, se hará y está haciéndose constantemente.
Esto no significa que no haya condiciones determinadas, ni que no existan limitaciones o formas de ser que hemos incorporado y hasta en mayor o menor medida, decidido. Más bien todo lo contrario, que todo eso, y mucho más, es lo que realmente deviene ser, y en tanto devenir, puede ser de otras maneras, sin que un posible deba imponerse como único o de mayor jerarquía.

Luces en la habitación

La danza total, con cada elemento siendo parte del movimiento rítmico, sin distracción, pero tampoco exigencia. Colores por toda la habitación; un arcoíris derretido, hecho magma entre las paredes que son los límites invisibles del universo, eso que resulta imposible imaginar para la mente racional. Nebulosas de brillos con celeridades variantes. Tonalidades vivaces que se entremezclan, diversas formas amorfas en la distancia sin límites, como colores en sí mismos, ellos eran las vibraciones de un cuadro de Kandinsky: la pasión del rojo se fusionaba con la suavidad del violeta, compartida con un amarillo de cálida frescura.
Esa era la paleta de colores que no había sido formada por ninguna otra paleta, algo impensable para la historia, ese era el punto de partida.

Esa otra caverna de Platón, desde allí se proyectaban las sombras de su vida, ya que todos los amores que verían, serían sólo escenas de lo que sucedía en ese instante en esa habitación. La pieza originaria, la cueva platónica matriz de todos los cuartos en los que dejarían sudor los años posteriores –agua salada, nada más. Toda esa luz sería el útero de las demás luces de sus existencias. Esto era la luminosidad sin explicación físico-química; las otras, serían iluminaciones que proyectan sombra. El resto de sus experiencias amorosas, serían nada más que eso, resto, repeticiones de fragmentos de lo que nacía en ese espacio sin dimensiones aislado del universo euclidiano.

No importaba saber qué era eso, pues nada se le parecía.

¿"American Way Of Life"? (Parte II)



Eric Hobsbawm proponía, a efectos del análisis, suponer un largo Siglo XIX, que fuera desde la Revolución Francesa –con sus ideales y los modernizados Estados-Nación-, hasta la Primera Guerra Mundial –una guerra del imperialismo que, de hecho, terminaría con lo que para el fue “la era del Imperio” (una de las tres eras con las que subdivide al Siglo XIX). Así, también el Siglo XX no se correspondería con un “siglo calendario”, y él lo segmenta como un período que abarca entre la Gran Guerra de 1914, atravesada por la Revolución Rusa, hasta la caída final de la unión Soviética, en 1991.

Con esto, el historiador británico sugiere como eje estructurador del Siglo XX, el enfrentamiento del mundo Capitalista Occidental, con el mundo Soviético.
No es igual la lectura que hace otro historiador como Marc Nouschi, quien busca otra fecha simbólica que dé cuenta de lo que para él es el semblante más destacado del Siglo XX: el advenimiento de Estados Unidos como principal potencia económica, política, militar y cultural (hegemónica en términos gramscianos). Pero de todos modos, no quiere decir que esta perspectiva sea opuesta a la de Hobsbawm, y resulta útil para pensar la consideración que aquí se sostiene.

Si Hobsbawm proclama que el fin de “la era del imperio”, se sucedía hacia 1914, no lo hace entendiendo que los años sucesivos fueron los de los pueblos libres y autónomos, los de la NO influencia de los Estados-Nación más poderosos sobre los que serían llamados “Tercer Mundo”, “subdesarrollados”, en vías de desarrollo”, etc., sino que su enunciación pasa por enfocar que el dominio y el control ya no serían sostenidos por la ocupación territorial directa, por la expansión de los países y sus mercados por vía militar y sujeción forzada, sino que esa hegemonía consistiría en otros términos, más ligados a la intromisión financiera (algo que no estaba excluido en anteriores etapas, aunque no era lo predominante), y al ingreso cultural (algo que no excluye la dominación violenta en determinadas situaciones, aunque no será lo imperante), como polos de un círculo que se retroalimenta.

Los flancos por los que los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos intentarían influir sobre los países del por entonces denominado Tercer Mundo, serían múltiples y variantes de acuerdo a las geografías y al momento histórico, pero simplificando podríamos clasificar: una influencia a partir de lo económico-financiero (desde el ingreso de empresas y la dirección mediante corporaciones, hasta los préstamos o la imposición del patrón dólar); una mediante imágenes (productos mediáticos masivos de las llamadas Industrias Culturales: obras musicales, films, programación radial, televisiva, revistas, etc.); influencia por lo político (pactos y tratados vinculados a la diplomacia, el apoyo a ciertos gobernantes en desprecio de otros, la abierta manifestación respecto a determinados casos); a través de temáticas (apoyada en la influencia de imágenes puede caracterizarse una nómina de temas a tratar que ocuparían las agendas, muchas veces con directa demarcación sobre qué y cómo se trataban); sobre lo corporal (por la entrada de imágenes, habría una idea que buscaba posicionarse como hegemónica sobre lo estésico, de la apariencia física, de la proxémica y el movimiento, pero también el ingreso sería arquitectónico y edilicio, demarcando recorridos para el cuerpo, distancias, etc).

Como se dijo, estos influjos no siempre descartaban definitivamente la dominación por vía bélica, pero tal como la mayoría de los pensadores acuerdan en señalar, esto sería más bien una salida de emergencia que, más allá de los apreciables beneficios económicos que podía generar, acarreaban complejidades para la imagen pública del gobierno oficial, y por extensión del país estadounidense (o del país en cuestión, ya que lo mismo cuenta para Inglaterra, Francia –o la URSS aunque con otras características), el ideal norteamericano, y hasta el Capitalismo mismo.

Estas intromisiones son clasificadas y separadas solamente a instancias del análisis, mas en el devenir histórico material, es más que lógico encontrarlas entrelazadas, diluidas y como formando parte del mismo proceso siempre dinámico y conflictivo, en efecto, el práctico funcionamiento únicamente era esperable a partir de la puesta en marcha de todas estas fuerzas operando juntas (lo veremos más adelanta en el acercamiento hecho a partir de lo que M. Augé denominó “no-lugar”). Así, no deben ser comprendidas como un compendio de puntos, sino como tensiones y relaciones de poder que tienen por meta la administración de las elecciones, formas de ver los acontecimientos y las acciones concretas de los entes (sujetos o grupos, hasta empresas comerciales o gobiernos), al nivel de las macro estrategias de las fuerzas de gobierno e instituciones transnacionales; cabe sintetizar, un proyecto de hegemonía sobre lo cultural (comprendida desde la óptica de Antonio Gramsci y Raymond Williams, a partir de prácticas, valores y significaciones, podríamos decir, “cosmovisión” en sentido amplio, un ethos o “habitus” según Bourdieu) como dispositivo fundamental en la estrategia de lucha contra la URSS y sus satélites, pero también contra todo lo que entorpeciera los proyectos norteamericanos y de sus principales aliados.

Resulta interesante retratar un fenómeno particular de los nombrados, con el fin de ilustrar el peso de las influencias sobre los aspectos culturales, que se darían en la época y generarían que tantos investigadores hablaran de “Americanización” como una consecuencia casi mundial, íntimamente reforzada y combinada con la Globalización. En esta línea, podemos servirnos del concepto de no-lugar aplicado por el antropólogo Marc Augé, para entender la relevancia de la influencia en relación a las estructuras mobiliarias. Influencia que tiene que ver con la introducción de estéticas y preformativas de prácticas desde las zonas hegemónicas dominantes, hacia los mercados dependientes.
Desde luego, también puede hablarse de intercambio, reutilización y demás figuraciones que denotan cómo muchos receptores se apropian de los elementos ingresantes, o cómo también estos elementos se encuentran marcados por esas zonas de recepción. Aun si aceptaramos la propuesta de Frédric Jameson, sobre aceptar al pastiche como la forma posmoderna por excelencia que adquieren los bienes culturales, combinándose y mutando mutuamente –como una figura que casi involuntariamente se convierte en la predominante que reproducen los sujetos; un funcionamiento que marca al modo de producción-circulación-consumo del Capitalismo de fines del Siglo XX-, debiéramos de tomar recaudos para no minorizar la fuerza de los flujos que derivan de las regiones hegemónicas. En suma, el panorama no es el de un sistema absolutamente administrado como imaginaban Huxley o Orwell en sus ficciones, ni el de un individuo que elige con una libertad sobrevalorada como el que hallaron Morley o Grossberg en sus investigaciones.

Los lugares que habitamos nos habitan, los recorremos al tiempo que nos recorren. La ciudad es una geografía que vivimos y nos vive, en la que conviven diferentes grupos y clases sociales no homogéneos, en la que discursividades disputan entre sí y se disputan lo que con el paso a la Modernidad se ha dado en considerar “espacio público”. Los muros hablan, con frases pintadas, como “la imprenta de los pueblos”, en palabras de Rodolfo Walsh, pero también con sus afiches oficiales o su pulcritud, y también imponen recorridos a los pasos. En la ciudad las cosas pueden hacerse de muchas maneras, pero no de cualquier manera; existe diversidad, pero no por ello se anulan desigualdades, ni implica que no haya sectores y alianzas de clase dominantes.
En este contexto, cabe retomar el desarrollo teórico de Marc Augé sobre lo que él dio en llamar no-lugares, para explicar lugares que funcionan como sitios de tránsito, que carecen de un valor identitario para quienes los recorren, son ámbitos que por su distribución de los espacios, implican el no-contacto (físico o verbal) o la comunicación inmediatista. Augé ejemplifica con lugares como las autopistas, los aeropuertos, o las grandes estaciones de trenes y buses, pero las aclaraciones también son válidas para lugares que no tienen que ver específicamente con el transportarse de un lugar a otro, ya que asimismo puede aplicarse la definición de no-lugar a áreas como las que se recorren diariamente en supermercados, salas de cine, algunas casas de cómida, cadenas hoteleras, casinos, etcétera. Además, son pronunciados como lugares que mantienen estandarizadas sus apariencias, normalizado el estilo de su mobiliario y en mayor o menor medida, también las acciones que allí se desempeñan, y cómo se desarrollan. Todo esto, medianamente reproducido en todo el mundo capitalista occidental, de modo bastante regular y estable, más allá de las presiones que ejercen las características de cada enclave en que se asienta. En el decir de Marc Augé, son lugares carentes de rasgos identitarios, y por ende, que no producen identidad alguna, son sitios de anonimato, donde no se es una persona particular, sino apenas uno más allí.

No quiere decir que toda sala de cine, que toda cámara de teatro o casa de comida sea un no-lugar, muchos son igualmente cargados con un valor de culto, son preciados bienes culturales con una historia específica o con estéticas que en lo cotidiano se vinculan a lugares cargados con valores simbólicos que no necesariamente tienen que ver con las de los no-lugares (desde luego, esto es válido para emblemas culturales de cada ciudad, pero no lo es menos para ciertos lugares de comida típicos o bares más vinculados a la actividad grupal y el intercambio comunicativo). De cualquier forma, son importantes las condiciones que el espacio de un lugar propone, pero no es en sí mismo que define las posibilidades a quienes lo recorren, que pueda o no ser definido como un no-lugar, está en el uso que se hace de él y en las consideraciones particulares que se le dan –a modo de una institucionalidad o un imaginario sobre él-, no se determina únicamente por su “genérico” (el hecho de ser cine, casa de comida, paseo de compras, etc.). (Esto sin adentrarse en las multiplicidades que derivarían de un análisis de lo subjetivo, lo cual mostraría diferentes formas en que los sujetos transitan un no-lugar.)

La modalidad de sistema de mercado que profundizaría el sistema capitalista en el Siglo XX, tendría en sus mayores potencias económicas, pero sobre todo en Estados Unidos, el epicentro de gran cantidad de cadenas de supermercados, de comida rápida, de determinados comercios, de , parques temáticos, etcétera; lugares de consumo que serían elevados a una posición central, como los templos de la posmodernidad. Con todo, quizás uno de los puntos más relevantes en el aspecto edilicio, de aquel proceso que algunos formalizaron como “Americanización”, sea la trascendencia de haber logrado convertir en no-lugares, ciertos espacios estandarizados íntimamente ligados a su devenir cultural. Es allí donde puede observarse el nervio del funcionamiento hegemónico, de relaciones de poder que efectivamente han cristalizado y logran reproducirse: en la universalización de estos espacios, y la naturalización de su presencia.

Si se toma en cuenta las consideraciones que el antropólogo Augé da sobre un no-lugar, las consecuencias sobre la reproducción mundial de estas estructuras, parecen claras y para nada deberían resultarnos ajenas.

Diáspora de seguridades



La balanza imperfecta marca la hora de la soledad acompañada.
Fronteras borrosas, las campanas no encuentran armonía: algunos lo llaman estética original; para otros es ruido insoportable; los sordos, ni siquiera se enteran.
El mismo verano y la lluvia cae sólo en los suelos inundados; mientras tanto, las sequías resquebrajan la piel de quienes ayer quisieron salir a aprender a andar por las arenas.
El oasis fue real. El tránsito por el desierto también lo es.
Hoy el lago hidrata a otros deambulantes. No hay camino de vuelta, los retornos son ilusorios. La fuente no es la misma.
La yema de los dedos que deseaba recorrer las dunas, ahora no soporta la arena bajo los pies, el sentimiento el de un exiliado voluntario, no el del arrepentimiento. La arena arde, y los pies se sienten helados.
El extravío valió la pena. Las piernas que han recorrido tantos desiertos, saben elegir donde pisar. Y si parece que las pisadas están perdidas, tal vez más adelante se pueda decir que seguían una dirección.

¿“American way of life”? (Parte I)


¿“American way of life”? (Parte I)

Rondaba la mitad del siglo XX, cuando filósofos, sociólogos y culturalistas, problematizaban acerca de los cambios que se sucedían en un mundo y un mapa político-económico internacional que, tras el New Deal, la Segunda Guerra Mundial y el Plan Marshall, era reconfigurado y parecía conllevar una nueva disposición de los escenarios de poder.

La materia no era totalmente nueva, pero tal como lo sugiere Ágnes Heller en “De la Hermenéutica en las Ciencias Sociales a la Hermenéutica de las Ciencias Sociales”, no eran pocos los acontecimientos mundiales que obligaban a repensar ciertas creencias que se tomaban como verdades: la bomba atómica ponía en cuestión la confianza en las ciencias como salvadoras de la humanidad; los campos de concentración eran para muchos la prueba de que la razón y la división del trabajo podían ser igualmente instrumentados en la industria de la muerte, alejándose de la fe en el progreso indefinido; la esperanza depositada en la alternativa socialista que encarnaba la URSS, parecía diluirse con el Gulag y el robustecimiento de Stalin.

Historiadores acuerdan en situar los comienzos de la Guerra Fría por aquellos años. Un enfrentamiento que tomaría forma de constante tensión latente, siempre proclamando el riesgo de una lucha armada directa (aunque no muchas veces fuera del todo real esa posibilidad), pero sobre todo de una medición de fuerzas en territorios ajenos, de disputas diplomáticas y hasta de competencias en los distintos campos de desempeño de la modernidad: desde el tecnológico con la carrera espacial, hasta el deportivo con el medallero olímpico, pasando por las obras literarias y las estadísticas de bienestar y justicia social.

Pero cada área no puede ser pasada por alto como un lugar más de embates, no debe ser equiparada a las demás zonas de contienda y barrer con sus particularidades distintivas, ya que los cambios allí introducidos, generaron en casos, importantes cambios en los modos de vida y las cosmovisiones de los sujetos, y decidieron en otros, rumbos de la historia del siglo.
Lo que sería dividido por muchos investigadores, como la “esfera cultural”, sería una de las líneas más dinámicas y que más alteraciones sufrirían a lo largo del Siglo XX. En realidad, esto que para muchos era considerado como un lugar con funcionamiento a partir de reglas internas propias (visión que corría peligro de separar las fuerzas que en el análisis se le atribuían a este campo) o como un compendio de cierto tipo de bienes y actividades (los habitualmente llamados “altos”), era para otros como Raymond Williams, considerado un proceso social total, a partir del cual los hombres se reconocen y configuran sus prácticas, creencias e interpretaciones, el cual está atravesado por un sentido de la realidad y el entorno, posiciones adoptadas, tradiciones y consumos. Para Williams -apoyándose en Gramsci- la Cultura no era un reflejo superestructural, resultado de los vaivenes económicos, sino un proceso articulado con esos movimientos (con mutuo condicionamiento, variable) e igualmente influyente en el desarrollo de la praxis material.

En particular en Europa se viviría la preocupación de algo que para algunos podía ser –sin más- entendido como “americanización”. Esta terminología da cuenta del lugar central que los Estados Unidos de Norteamérica habían pasado a ocupar, tanto porque en su nominación se totaliza y homogeniza al continente americano, como porque todos los rasgos que se atribuían a ese fenómeno de la “americanización”, eran en verdad modos y estéticas más bien específicos de ese país.
No es sencillo determinar si puede hablarse de una real “norteamericanización”, pero parece difícil negar que muchas formas de ver, pensar y vivir el mundo, gran cantidad de modos de hacer, características y apariencias, que se correspondían al “American dream”, empezaban a aparecer de distintas maneras en otras zonas del mundo, comenzaban a articularse –no sin tensiones ni resistencias ni luchas concretas, y no siempre efectivamente- con cosmovisiones y haceres de distintos pueblos (en sentido amplio). Es cierto que ya desde años atrás el mundo había achicado sus distancias a partir de las nuevas tecnologías de la productividad, pero especialmente de la comunicación y el transporte, reducción que concretamente adquiriría el rasgo de influencia por parte de las potencias económicas, sobre los países con mercados capitalistas menos independientes; sin embargo, el período de posguerra mostraba un crecimiento geométrico en la influencia norteamericana.
Tal vez puede tomarse como una de las variables más representativas, la cantidad de productos de consumo provenientes de los EE.UU., que pasaban a recorrer los mercados del mundo. Sabemos que los consumos traen creencias y prácticas particulares asociadas, que no se trata sólo de un uso material que se hace del objeto, sino también de una atribución simbólica al mismo, de una serie de poderes aparejados a la mercancía. Asimismo, era superlativo el crecimiento en bienes de los considerados “culturales” que pasaban a ser exportados: historietas, productos de la industria musical, los films y sus personajes del “Star system” de Hollywood, etc., todos dispositivos que mostraban y enaltecían un modo de vida norteamericano seleccionado, que proponían visiones para dar e invitaban a sentir deseos establecidos, a pesar de que muchas veces fuesen poco correspondidos con los del lugar desde el cual eran leídos.

Efecto de un deseo negado



Había un “sí” tan grande de tu parte, que te llevé hasta que me digas que “no”.
Ni un golpe, siempre de manera honrada para un lord… de manera apestosa.
Tomé un vino fino de 300 pesos como si fuese de caja.
Los golpes en la puerta, sin salir a atender, esperando a que llegue el día en que mis palabras valgan la pena por ser escuchadas.
Y quiero beber tus lágrimas, justo en el momento en que aprendiste a no llorar por estupideces. (“Justo”: momento en que hay equilibrio, si lo hay –y sí que lo hay, pero jamás es el mío.)
Las mentiras no son menos reales que las palabras; no hay otras verdades para ofrecer, al menos son más sinceras que las fantasías creíbles que pudiese hacer creer.
Mierdas que han olvidado que lo son. Se jactan de buen aroma y olvidan el culo que les dio a luz. Más vale tirar la cadena a tiempo.
Quiero lo que querías una vez seguro de que no vuelvas a quererlo.
Lo hacés a tiempo. Me aseguro de eso.
Te vas, te ME vas. Lejos, donde siempre tuviste que ir, adonde querías llegar.
Mejor consolarme pensando que serví a tu agilidad para recorrer distancias. Ya no podrán frenarte tan fácilmente.
A mí me queda ese sabor de saber que al menos una vez fui hasta el límite con lo que quería… ¡por supuesto que ya era tarde! No había otra forma de lograr que así lo hiciera, nada más el modo de saber que no conseguiría nada.
Gracias.