NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

La convocatoria de masas de 1940-1950


Si queremos comprender los movimientos políticos de la primera mitad del siglo XX, es sumamente reduccionista creer que espontáneamente, las sociedades de países tercermundistas, potencias e inclusive aquellos que se mostraban como contrarios al Capitalismo y al Imperialismo, tuvieron la voluntad de intervenir políticamente. Igual de parcial sería creer que de un momento a otro líderes carismáticos se propusieron acercarse a las masas por diversas vías. No significa que lo uno y lo otro sea totalmente falso, sino que ni lo uno ni lo otro era totalmente novedoso, ni explica lo complejo del fenómeno, ya que no da cuenta de contextos ni de procesos históricos, no comprende contradicciones ni condicionamientos.
Las determinaciones del suceso histórico son muchas, pero eso no implica que no podamos jerarquizar o discriminar la influencia de las mismas.
En una lectura materialista histórica no pueden desatenderse las variaciones en la dimensión de la producción de bienes económicos y culturales, y la distribución y consumo de los mismos. Como sabemos, los flujos históricos no son inmediatos, y para entender una época, es necesario prestar atención a ciertos cambios que se venían sucediendo.
La crisis de 1929, conocida como la crisis de Wall Street o crisis de los mercados, se ha dicho, ha sido sobre todo un colapso producido por la especulación financiera y la sobreproducción económica –entre muchas otras variables, como el resultado de la primer guerra mundial, que dejaba un mapa geopolítico incierto, considero que serían las principales y más influyentes para el tema que nos interesa.
Como no podía ser de otra forma, la producción en serie echaba raíces en lo profundo de la estructura social. Los mercados se encontraban desorganizados para captar la oferta existente y uno de los principales organizadores de la demanda pasaría a ser el Estado, mediante la planificación. Ya el Estado Benefactor se proponía ampliar el universo de consumidores, incrementando la capacidad de captación de bienes y servicios por parte de los trabajadores mediante políticas sociales tales como servicios públicos o incremento de los salarios: la mano invisible de los mercados capitalistas se pondría el guante del Estado; la mayor atención pasaría de la oferta a ser compartida con la demanda; los integrantes de las clases trabajadoras se convertirían en ciudadanos y consumidores (si bien muchas veces convocados desde su condición de clase).
Uno de los principios fundamentales de la economía política es advertir que la distribución de los recursos no es natural, sino que se gesta en conflictos y acuerdos políticos. El proceso histórico-social que estamos analizando no contradice dicho principio. La emisión mediática pasaría a construir agentes aptos para el consumo, la publicidad adquiriría dimensiones nunca antes sucedidas, los niveles de escolarización se incrementaban sensiblemente.
No implica que no existan contradicciones, la historia nunca es lineal, pero estas y muchos otras contingencias pasarían a alcanzar gran relevancia de los escenarios económico-políticos. La Industria Cultural, la Cultura de Masas jugaba un papel determinante: los sujetos no sólo consumían bienes materiales que antaño no, también eran receptores activos de productos culturales a los que anteriormente no tenían acceso, o que eran especialmente producidos por y para las masas. Con esto, el consenso entre clases -en términos gramscianos-, se alteraría, la hegemonía pasaba a ser construida de otra manera, no sin conflictos y resistencias. El lugar de los sujetos pertenecientes a ciertas clases antes medianamente discriminadas de la actividad política se iría modificando paulatinamente. No significa que en el pasado no hubiera movimientos provenientes de las clases trabajadoras enraizados con la militancia política, más bien se trata de dar cuenta de una nueva forma de hacer política por parte de las clases dominantes y hegemónicas, que entienden la importancia de ellas mismas acudir simbólicamente a las clases populares, para conseguir consenso.
Tanto esto como las aplicaciones de políticas del Estado Benefactor y del Populismo, deben ser comprendidas en el marco del conflicto mundial entre el bloque capitalista y el soviético. Las clases populares eran vistas como posibles agentes de riesgo para el orden capitalista, convocarlas políticamente, mantener ciertos reclamos apaciguados con beneficencia social que se proclamaba democrática, y recurrir a la distracción mediante la cultura del espectáculo (estrategia que comenzaba a vislumbrarse y se potenciaría ferozmente en años posteriores), serían moneda corriente en aquellos años en la lucha contra el disconformismo que podía resultar en la adhesión de sectores de las clases populares a formaciones de izquierda. Vale mencionar que muchas formaciones de izquierda de América Latina no se presentaban antagónicas al proceso populista y sentían como verdaderos triunfos los beneficios sociales que las clases populares comenzaban a gozar; inclusive compartían con este las formas de interpelar a las masas, más allá de las diferencias inexpugnables entre uno y otros.
Un modo particular de llegar a las multitudes políticamente, sería el uso de emblemas y el enaltecimiento de lo nacional, así como la habilidad discursiva de líderes carismáticos y el intento de hacer que las masas se vieran reconocidas e identificadas en estos.
Entiéndase que al usar el término “masas”, para nada se sugiere uniformidad o indiferenciación, más bien se trata del uso descriptivo que se hace de clases sociales que funcionan en un modo particular de producción caracterizado por la producción en serie. La vinculación con el uso que da la Escuela de Frankfurt parece ser inevitable; la producción de objetos culturales se vería regida por la el rasgo de estandarización de los mismo, volviéndolos mercancías consumibles a gran escala, no sólo por su valor mercantil, sino también por su cualidad de objeto, con las implicancias en la relación con el consumo que ello conlleva. Walter Benjamin mismo aducía que la reproducción técnica de obras de arte, entraba en obvio correlato con el acceso a estas por parte de las masas.
Si bien no vamos a confundir bienestar con capacidad de consumo, no podemos perder de vista ciertas mejoras concretas que vivían los sectores populares en sus condiciones materiales. Tales como acceso a servicios públicos: en materia de salud –mediante la inversión del Estado se fundarían cientos de hospitales públicos en muchos de los países que adoptaban medidas populistas-; como en la educación –no sólo se abrirías gran cantidad de escuelas, también comenzaba a darse que hijos de clase obrera pudiesen cursar carreras en universidades, siendo las primeras generaciones de sus familias con esa posibilidad (siguiendo a Hebdige, la juventud de la clase obrera gozaría de una relativa moratoria social, la cual sus padres no habían vivido en igual forma por la exigencia necesaria de entrar al mundo laboral)-; asimismo en lo que respecta al empleo –se conseguirían ciertos logros para los trabajadores como poder gozar de vacaciones pagas, nuevos puestos de trabajo, disminución de la duración de la jornada laboral, aportes jubilatorios, mejoras salariales y formación de gremios-; y por último con prestaciones de servicios como luz, gas, transporte, etc.
No obstante no debemos idealizar dichas cuestiones, estas, considero, no se dan en el marco de una lucha por barrer con las desigualdades sociales en aras de una sociedad democrática en posibilidades y equitativa en distribución, tanto como en un intento por aquietar reclamos y mantener apaciguado el motor del cambio social que pueda provenir desde los pueblos. Siendo esto dicho, comprendiendo que si bien la verticalidad daría un giro integrador de las masas, mantendría el lugar de la toma de decisiones en el polo en que se encontraba, podemos interpretar en algún punto que se trataba de un proceso de cambio en la función que las distintas clases ocupan en las relaciones que conforman la hegemonía, sin acompañar este con una reversión de los lugares que esas clases ocupan en la estructura de dominación. Es vital para esto observar el papel que desarrollarían las instituciones en esta coyuntura. Quizás sea privilegiado el ejemplo que nos ofrece el campo vinculado a lo educativo para observar un espacio donde confluyen con vigor los intereses de la burguesía estructurando un mundo a imaginar. Allí podría observarse, tomando el concepto de tradición selectiva de Raymond Williams, toda una selección de la historia y los conceptos enseñados a quienes ingresaban a las escuelas y universidades, la cual no era oposicional a la hegemonía de la burguesía. Esto no significa que no hayan ocurrido cambios en la educación formal en este período en que la masificación de la política y demás campos de lo social, en todo caso demuestra cómo estos eran adaptados al proceso de construcción de la hegemonía, cuando no originados directamente desde el bloque dominante. Más allá de que hoy pueda decirse que la consolidación hegemónica mediante el modelo populista resultó en aquella época efectiva, no es apropiado cerrar con eso el tema y concebirlo como una mera forma política burguesa, ya que en este lo popular tendría un lugar relevante, en ocasiones como un actor fuerte, incluso influyente en el rumbo del modelo, generando contradicciones y pugnas en su interior, haciendo de sus lugares habituales (bares y clubes por ejemplo) y las calles, sobre todo, los lugares de discusión política por excelencia de esta época.
Si de conocer la coyuntura económico-política y socio-cultural se trata, es menester prestar cuidadosa atención a lo que ocurriría con la posición de las clases burguesas. Aun cuando muchos de los empresarios miraban con recelo y cautela a los gobiernos populistas, veían el beneficio de encontrar en las clases populares a potenciales consumidores, sobre todo considerando lo sufrido en crisis e inestabilidades económicas de décadas anteriores. Esto se suma a los muchos casos en que el Estado fue interventor directo en el rescate financiero de empresas y entidades, en ocasiones captando la deuda de las mismas, en otras estatizando las compañías. (Aquí el pacto entre clases de ese momento histórico se vuelve notorio.)
De la misma manera es importante en el rol de los Estados, tomar en consideración el período de duración de la Segunda Guerra Mundial y su finalización. Durante el trascurso de la misma, muchos países del tercer mundo adoptarían políticas de sustitución de importaciones, adquiriendo relativo peso las industrias nacionales e impulso el sector agro. Así se fortalecerían mercador internos al tiempo que crecerían las exportaciones para abastecer a los países centrales que abocaban todo su poderío productivo a la guerra. Pero el mapa geopolítico cambiaría con la acelerada recuperación de la economía europea que tomó fuerza a través del Plan Marshall. Medida en parte tomada para combatir un probable avance de la influencia soviética en los sensibles mercados europeos que se encontraban devastados, hecho también que dejaba en claro el lugar de Estados Unidos como primer superpotencia capitalista después de la segunda guerra mundial.

Farmacia de penas


No comprendo el laboratorio de quejas, no hay protestas, son lágrimas que se amoldan a la gravedad, sin peso caen, vacantes de agua, húmedas, no mojan, quejas desactivadas.
¿Puede uno volverse cenizas sin antes arder? ¡Cómo detesto que hayan encontrado la forma-fórmula para llenar con vacío el tiempo!
¿Puede uno apagarse sin haberse encendido? La luz no se irradia constante en los humanos, no hay nada nuevo en ello, las leyes de la física son inútiles en la química de los sentimientos.
¿Puede uno tornarse descreído sin siquiera haber tenido fe? Las drogas del día a día vuelven la sangre espesa, acumulada y cómoda, sin ímpetu de fluir, con miedo a salir.
¿Puede uno cortar un lazo sin que este haya existido? Te miro, Sol que ya nadie observa, padre que no es escuchado: límites que no son atendidos. Matamos a nuestro padre y violamos a nuestra madre. El coito final se produce en gran escala y la tierra estalla. Quizás debamos arrancarnos los ojos como Edipo Rey.