NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Kilómetro Cero



Fue en el cine Gaumont donde por primera vez escuché la canción Tanguera de Mariano Mores. Tenía 21 años y esa tarde había ido por sorpresa a la casa de mis abuelos:
-Empílchense un poco. Los invito al cine- les dije.
Abuela, abuelo y yo fuimos al Gaumont a ver el documental de Tango Café de los Maestros.
Tanguera llegó en el momento cúlmine de la película, y evidentemente esa decisión del director tenía razón de ser.
Los violines me ponían la piel de gallina, el sonido de la canción me tenía dominado en sus notas, sin pensar, sólo escuchando, me llevaba flotando en el aire, de una pared a la otra con su fraseo, y me estremecía con el bandoneón que me conducía a una calma que de golpe era desgarrada con los estruendosos golpes de platillo y un acorde de piano que ingresaba furioso.
Me sentía pequeño en esa sala, ante tanta potencia, guardada en esa canción durante tantos años. Me sentía pleno con la rabia y la dulzura que guardaban esas partituras que escondían esas nuevas sensaciones, traídas en un soplo hacia mí.
Era todo emoción, sentimientos traídos por la música desde algún lugar de mí. En el momento de mayor convulsión de la melodía, sentí que la canción era escrita para la vida, que era un relato de las agitaciones, trastornos y dulzuras que en la vida solemos experimentar. En ese instante me pregunté cómo es que no conocía esa canción, que nunca antes la había escuchado, que no conocía su título ni su autor ni su historia y sobre todo, que no había conocido su fuerza. Con un cachetazo musical descubrí mi inexperiencia.
No pude mirar la cara de mis abuelos durante la canción para saber si ellos sentían lo mismo, pero imaginé que conocían el tema, así es que en el segundo en que sonó el último tono, lo único que pude hacer es preguntar a mi abuelo (enciclopedia abierta de tango) cuál era el nombre de la obra.
Fue peculiar que el título me dijese que en verdad no había sido escrita para la vida íntegra, tal como yo lo había imaginado, y que en cambio, fuese compuesta para una mujer. Tanguera; la palabra quedó en mi cabeza. Me hacía sonreír el hecho de que la composición que me llevaba a pensar en la vida toda, en realidad estaba destinada a una mujer, sobre todo por cómo muchas veces cruzamos esas dos cosas, y una toma el lugar de otra.
Yo había invitado a mis abuelos al cine con intenciones de regalarles un momento y el regalo fue mutuo- quien se sentía viviendo algo nuevo y descubriendo como si nunca hubiese escuchado Tango era yo.
Compartiendo y disfrutando algo tan hermoso, tanto mi abuela y mi abuelo como yo, con sonidos de su juventud, nos sentíamos unidos.
El cine Gaumont, también lleva el nombre de KM 0, como quien dice, el comienzo de un camino.

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