NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Voces sin eco

Los edificios y el ruido de motores no permiten el eco de mi voz, pero yo sé que este lugar está vacío. Sombra que da un árbol muerto -apenas eso puedo esperar para mis pensamientos más profundos, que nunca llegan a ser enunciados.

La resistencia que ejerzo y ejercemos muchos, es insoslayable, pero es eso: resistencia, el esbozo de las ilusiones. Ilusiones que son fantasías, fantasmas que no se pueden cumplir en su totalidad, y que tal vez, ni siquiera queremos cumplir porque hemos encontrado en aquel resistir, el motivo de existir.

Y reímos, reímos con fuerza, reímos más de lo que cualquier edificio y cualquier motor podrían tapar. Las vibraciones se sobreponen al cemento y las risas vuelven en eco manchado con -y anchado por- tierra de montaña, pero esta vez, es eco cálido.

La indiferencia del infinito


El universo es totalmente indiferente a nosotros, ningún interés tiene el infinito en preservarnos, ni a la humanidad ni a lo que esta entiende por naturaleza. Esto no significa que no haya causas y efectos en el cosmos, sino en todo caso que no hay intencionalidad alguna en su orden, el cual, a mi juicio, en su modo de funcionar, se acercaría sobre todo a lo que en nuestro lenguaje definiríamos como “caótico” -lo cual para nada quiere decir que no existan leyes en él, sino en todo caso, que a la luz del pensamiento racional humano de la cultura occidental, estas son inaprehensibles en su totalidad.
Precisamente por ello es que las vidas de los seres vivos valen algo, o merecen, por lo menos, ser vividas. Justamente porque ningún universo y ninguna deidad espera algo de nosotros, ni depara algo a nuestras experiencias. No hay camino trazado, no hay fin predestinado. Pero no todo está por improvisar: hay existencias anteriores al ser vivo, hay seres que sí esperan cosas de nosotros, así como nosotros amamos a otros seres.
¡Cuánto más en el caso de los humanos! Nacemos en sociedades con lazos familiares, modos de comportarse y horizontes de expectativas vinculados a nuestros orígenes, etc. Pero, si hay en realidad contingencia –y sobre todo en la Modernidad puede decirse que hay conciencia de ella-, es sobre todo, por esa indiferencia del universo para con nuestra existencia. Su indiferencia no es hostil, tampoco es apática, al contrario, es liberadora, y no porque sea consciente y cumpla con un acto de bondad, sino más bien porque es realmente indiferente.
En realidad, eso que damos en resumir como “universo”, se constituiría como el infinito número de sucesos y fenómenos posibles que pueden sucederse, desde espacios hasta vacíos, desde coaliciones hasta uniones químicas, pasando por acontecimientos humanos, catástrofes naturales o planetas concebidos como unidades.
Esto no implica que tomemos odio a la existencia, al universo, ni tampoco a todo lo construido por la humanidad, sino más bien que podamos optar, y que una de esas opciones sea el amor, opción que se ha demostrado bastante más saludable que el rencor. Que el universo no nos preste atención no quiere decir que todo sea lo mismo para el mundo de los hombres. Una cosa es que el universo no se interese en la raza humana, otra muy distinta sería que la raza humana no se preocupe por sí misma, por el resguardo de su mundo. Al contrario, es ciertamente porque nada ni nadie se ocupará de cuidar de la humanidad, lo que me motiva a pensar que la humanidad deberá cuidar de sí, de su hábitat, y que corresponderá a ella elegir formas de hacerlo. En efecto, esto habilita a que el hombre pueda actuar la historia, pueda proyectarla y ensayarla, así como escribirla.
Tomar conciencia de la contingencia (o hacerla nuestro destino, en palabras de Ágnes Heller), abriría las puertas al autoconocimiento, una carretera que no conduce a certezas tanto como a libertades. Saber que lo que se está haciendo es pensando, nos ayuda a pensar. Admitir que lo que se hizo fue una elección, nos ayuda tanto a elegir como a hacer. No se trata de creerse todo-poderoso ni pensarse por fuera de los condicionamientos y limitaciones que nos exceden, sino de reconocerlos para así comprenderlos y, por qué no, modificarlos también.
Eso es lo infinitamente positivo que podemos rescatar del rescate que no nos brinda el infinito.

Reflejo espejado



Reflejo espejado: Pongo un espejo frente a la vida, y la veo pasar.

Camina, mi nervioso paso lento, tu tranquila ansiedad…
Tu perspectiva ciega, mi vista de vos.
Mi grito mudo, tu voz de mí.
Tomo otra vez un pasadizo ajeno por buscarle un atajo al olvido.

Respuestas que no contestan preguntas, ni llamados; afirmaciones vagas que divagan por la vereda que eludí por temor.
Las caricias que olvidé, esas que acariciaban los momentos que serían para siempre y duraron tan poco (proyecto demasiado ambicioso el de los amantes– ¿o el de mi estupidez?).

Tu remedio casero a mi soledad pasajera, la que no aprendí a contener.
Una foto que no me atrevo a revelar. La negativa que necesitabas y no te supiste dar, sin más, no te quise dar.
Los despertares pendientes, la sobra de acostares: adhesiones pegajosas de la piel, falsedades transpiradas, humedad de las goteras de los inmortalizados amores pasados que elevamos a lo más alto, quizás para que desde allí hagan títeres de nosotros.

Curas tóxicas para los titiritares que de ellos fuimos;
Tus palabras justas a mis sobrantes excesos. La magia de tu bostezo. Lo aburrido de lo correcto.
Tu inmensa pequeñez, mi cercana lejanía, nuestra corta eternidad.

Un yo sin él…nunca busqué ser.
Un vos sin nosotros…nunca pude ser.

Chapa de dios



Un dios está jugando con su plastilina, jugando a "Ser Todopoderoso". Como todo dios, quiere crear su sociedad, para dar muestra de su poder quizás, para que haya quien hable de él, para probar que ningún gatito abre la bolsa de alimento balanceado por sí solo.
De modo que comienza a masturbarse y, al cabo de media hora, producto de una eyaculación divina, su estirpe pasa a existir. Les educa en el camino de la tolerancia, les enseña a creer en la existencia del Dios, aunque también se le ocurre que duden de esta, para que así no dejen de hablar sobre él.
Su raza creada está aburrida y le pide algo para divertirse; reclama porque ya tiene la envidia, ya tiene la codicia.
-Ya tenemos la mierda pero no tenemos óleo para plasmarla, no tenemos cabarets para ponerla a bailar- dicen.
El dios los sentencia a muerte, piensa: "Les daré lo último y los dejaré solos, para que como ratas con hambruna y olor a cebo se coman como la perfección comió mi diversión".
-Bien- dice el místico ser -Les daré lo mejor para que regurgiten su ego una y otra vez, será tan entretenido como ver que el ganado derrota al lobo.-
Impulsa su dedo gordo con la fuerza de su índice y les arroja una chapita redonda con un "10", del tamaño de un ojo aplastado, en el centro.
-¿Qué es esto?- preguntan desentendidos como un loro que vive con un dueño mudo.
-Eso es la línea que culmina con mi carrera, es la única diferencia entre Yo y ustedes, nunca sabrán cuál es el síntoma del pesar. No pregunten qué es... hagan una o dos copias para cada uno... ellas solas les enseñarán cómo manejarse- les contesta su deidad (¿quién es el jugador y quién la pieza?).
Después de meditarlo y debatirlo como una jauría de perros intentando roer sus propias colas, aceptan el regalo, sólo les queda una duda: ¿Cómo llamar a ese hermoso cobre brillante que todos querían tocar y que, tal cual lo anunciara su creador, sería su nuevo Dios desde ese momento?
A esta altura, ya ofuscado y harto, el dios contesta -Pueden llamarla "moneda", ya que contiene en su nombre todo su caos y virtud. Elijo la letra "M" por Masoquismo; la "O" es por Odio; "N" hace referencia a Nada y Nadie; "E", Egoísmo; la "D" de Diferenciación; y por último, la "A" destaca la Arrogancia.