NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Efecto de un deseo negado



Había un “sí” tan grande de tu parte, que te llevé hasta que me digas que “no”.
Ni un golpe, siempre de manera honrada para un lord… de manera apestosa.
Tomé un vino fino de 300 pesos como si fuese de caja.
Los golpes en la puerta, sin salir a atender, esperando a que llegue el día en que mis palabras valgan la pena por ser escuchadas.
Y quiero beber tus lágrimas, justo en el momento en que aprendiste a no llorar por estupideces. (“Justo”: momento en que hay equilibrio, si lo hay –y sí que lo hay, pero jamás es el mío.)
Las mentiras no son menos reales que las palabras; no hay otras verdades para ofrecer, al menos son más sinceras que las fantasías creíbles que pudiese hacer creer.
Mierdas que han olvidado que lo son. Se jactan de buen aroma y olvidan el culo que les dio a luz. Más vale tirar la cadena a tiempo.
Quiero lo que querías una vez seguro de que no vuelvas a quererlo.
Lo hacés a tiempo. Me aseguro de eso.
Te vas, te ME vas. Lejos, donde siempre tuviste que ir, adonde querías llegar.
Mejor consolarme pensando que serví a tu agilidad para recorrer distancias. Ya no podrán frenarte tan fácilmente.
A mí me queda ese sabor de saber que al menos una vez fui hasta el límite con lo que quería… ¡por supuesto que ya era tarde! No había otra forma de lograr que así lo hiciera, nada más el modo de saber que no conseguiría nada.
Gracias.

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