NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Vi el Sol llover

Empecé por caer
de la red
que me ataba
de las manos y los pies

Cuánto frío hace
en este lugar,
y si me largo
sería tonto no volver a empezar...

y si me largo,
¡mejor no mirar atrás!

no ves la gracia que da,
ver todo al revés
y sin mirar al cielo
por ver el sol llover

la gracia que da,
salir por la puerta de atrás
diciendo que aún
llevo puesto el disfraz

destrocé las ganas por completo
entre una cosa y otra había un paso
y yo lo salté corriendo

no entiendo,
porque se despeja el cielo
después de la tormenta

todo tiene un color,
y esta vez me voy a reir
cuando vea el arcoiris
al amanecer

y si me largo
sería tonto no volver a empezar...

y si me largo
mejor no mirar atrás!

no ves la gracia que da,
ver todo al revés
y sin mirar al cielo
por ver el sol llover

la gracia que da,
salir por la puerta de atrás
diciendo que aún
llevo puesto el disfraz

Dos personas en la trinchera


Estaban allí ambos, mirándose cara a cara sin saber sus nombres, sin siquiera poder comunicarse. Entonces las ideas llegaban a sus cabezas “¿Estará pensando lo mismo que yo? ¿Sentirá igual que yo? ¿Cuáles serán sus opiniones sobre esta locura? ¿Por qué debo odiarlo?” Lastimosamente el miedo nunca se hizo a un lado, el cañón en la mano, el temblor de sus mentones y la gota de transpiración cayendo por su frente. Ninguno de los dos quería hacerlo, pero ¿cómo podían saber qué hacer si sólo se les había enseñado un paso a seguir? ¿Qué tal si al bajar el arma el otro aprovechaba la situación? Pocos segundos interminables para ambos, escuchando su propia respiración, y la del otro, mirándose a los ojos, evitando el fatal sobresalto. Los dos sabían que lo único que estaba en juego era su propio destino, ni el de su país ni el desdén de la batalla. Parecía increíble que sensaciones tan parecidas estén enfrentadas y usen distinta insignia. De repente, desde lo lejos se oyó un estruendo. Siguiendo con las similitudes, ambos al suelo, y de una vez por todas se diferenciaron: sólo uno se levantó.

Dos locos se enojan entre sí y millones perecen sin saber porqué, todo cambia, tierra devastada, chicos huérfanos y los santos se convierten en asesinos bajo la mentira patriótica, por líneas en los mapas o dígitos en las cuentas.
¡Que empiece la cacería!- dice el rey, y se sienta en su despacho a ver el espectáculo: Alfil C6 - Peón D2, no lo hagan pensar demasiado que bastante tiene con el ron en su mano. De todos modos sabemos que no es más que la careta de otros intereses, no es capaz de actuar más que de señor publicitario poniendo cara de bueno.
Al final del show llama a su rival, se dan las gracias cordiales y hasta quizás se convenzan de que el otro tenía razón, claro que para ese entonces ya hay tan pocos corazones latiendo que a nadie le importa. Era cuestión de orgullo disfrazada.

"Coletivo" imaginario


Si nos ponemos a sacar la cuenta, podríamos decir que pasamos una 6ta parte del día arriba de ese vehículo propio de la metrópolis llamado “colectivo”
Erróneamente llamado “colectivo”, por que las actitudes que se toman ahí arriba poco tienen de colectivo.
El diccionario nos arroja una definición lapidaria, tal como “ Grupo o conjunto de personas con intereses comunes”, lo cual es realmente cierto… todos van hacia sus trabajos grises… o a las casas de sus afectos en busca de una palabra que les cambie el tempo de un corazón aturdido.
Pero la gente no siempre tiene un fin noble en el colectivo, como suele suceder en casi todos los aspectos de la sociedad.
Hay gente que se dedica a hacer del viaje una travesía peor que la del hobbit Frodo en la historia de la edad media. Podríamos empezar a hablar de los jóvenes, que se dividen en dos grupos… aunque ambos se dedican básicamente a lo mismo, que es llamar la atención a toda costa.
Hay uno que se encarga de hacerlo mediante el teléfono celular, un aparatito que puede sonar a un volumen que haría que cualquier vecina de Nuñez haga su reclamo para que estos chicos no escuchen mas música ahí, así como hicieron lo mismo con los recitales en el Monumental.
A ellos no les interesa escuchar la música, no se dejen engañar, por que si así fuera, lo harian con auriculares, para tener una ganancia de calidad mejor, claro, eso siempre y cuando lo que quiera ser escuchado no sea la denominada “música popular”, los auriculares no hacen magia.
El otro grupo es el que no necesita de ninguna aplicación tecnológica, sólo les alcanza con su excesivo volumen de voz producido en las cuerdas vocales por el poco contenido de interés que tienen estas palabras.
Gente que es capaz de sentarse a 5 metros de distancia y charlar sobre la formación que va a utilizar Argelia en el mundial o sobre Redrado y su amorío con Luly Pop, casi sin diferencias en el énfasis que estos le ponen a sus relatos… condenándonos a todos a ser participes involuntarios de una charla que es capaz de hacer pensar en ideas apocalípticas hasta al padre Farinello.
Y ahora es justo saltar hacia el otro extremo de la cadena de la vida: la denominada “gente mayor”. Antes de empezar quiero aclarar, que mi explicación es meramente ilustrativa, no va abrochada a ningún tipo de opinión a esta gente que vivió tan largas vidas y seguramente tengan más sabiduría que nosotros.
Llamamos gente mayor al grupo de gente que va desde los 50 y pico en adelante.
Gente que necesita sacar su boleto con el mayor cambio posible; si se pudiera dividir el centavo en una moneda más pequeña, creo que ellos elegirían sacar el típico 1,25, con el que nos toca en estos momentos viajar, con monedas de un escasísimo valor, pero en cantidades abrumantes, lo cual aumenta la posibilidad de que este objeto termine siguiendo la trayectoria impuesta por la gravedad y termine, no sólo en el piso, sino también entre las piernas de alguno que va durmiendo, o debajo de la silla del colectivero, por lo que hay que ser casi un competidor olímpico para poder llegar a ellas.
Y, principalmente, el rasgo que más se destaca entre la “gente mayor”, es la vigorosidad que tienen para hacer respetar las leyes impuestas por la empresa, que indica que hay que cederle el asiento a embarazadas, accidentados, gente discapacitada y, sí… gente mayor.
No importa el estado físico, ni de la persona a sentarse, ni de la persona sentada. Tampoco importa el nivel de cansancio que tienen ambos grupos recién descriptos. El asiento debe ser dado por que la ley lo dice, y por que si no es así, vamos a ser atacados subliminalmente con comentarios por arriba o apretadas de bolso y/o cartera en la cara.

Tac-Tac-Tac-Tac


Una cerveza que rebalsa de espuma tiene sujeta a la palabra Tiempo, toma al ritmo de seis tic por tac, este sustantivo ya casi no sabe dónde está, todos van más rápido que él y casi no hacen trabajar al verbo pensar; sabe bien que esa diapositiva sólo es la radiografía de eso que se llama realidad.
-¡Quieren cagar más alto que el culo señores!- Compran todo con esperanzas de que algún día eso tenga una utilidad, pero el error es que no satisface, sino que crea una necesidad.
Mira el reloj. Entre trago y eructo Tiempo no se plantea que mañana tiene que trabajar, otro día en el que la aguja de las horas le lleva dos vueltas a la de los segundos. Se lamenta a ser reducido a una forma de administrar los encuentros; quiere gritar: -¡Paren!- Pero nadie parece oírlo, lo llevan en sus muñecas.
El reloj se detuvo, sus agujas no quieren moverse; esperando a que vuelvan a andar, la vida continúa. Cronos devora a sus hijos desde siempre, todos sueñan con ser Zeus cometiendo parricidio.
Cree que no es momento para todo eso, sigue en la taberna Escape’s. Quiere ser cómodo (vida de avestruz). Y para tanto son los que están atrás en la cola que lo terminan haciendo apurar...la cerveza no se calienta si en medio de la carrera te frenas a caminar “¡Ah! ¿Viste que valía la pena ver atrás del pastizal?” Allá conviven tres comunas: la de Artesanos Rojos, la de Chanchos Verdes y esa en la que te encontrás; no hay riendas, es puro galopar.