NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Crecer para atrás

No se puede seguir diciendo “yo no quiero crecer, no yo, ñaña ñaña”, pataleando con pucheros.
Es hora de aceptar que ya estamos lo bastante grandecitos como para -en vez de eso- decidir soltarnos y comportarnos como dos perfectos niños:
morisquetas
saltos desde árboles
rodar por los médanos
enterrarse en el barro
rebotar en la cama de los padres
quedarse en la pileta aunque caiga la noche en el recreo burgués
o jugando a la pelota en la arena si bien se larga la tormenta en la playa al atardecer
si en realidad, al anochecer el mar es más rico en la mezcla de arena que se pega por la transpiración y se despega por la lluvia

No preocuparse por combinar las medias con la bombacha
si en definitiva lo que se quiere es sacarse lo que contiene
rasparse las rodillas como si nada
andar con pitucones (y no porque estén de moda)
querer tirar piedras a ventanas abandonadas y sentir la lucha interna hasta salir corriendo a carcajadas
querer perfeccionar el escupitajo y la decisión de su distancia
querer no querer hacer lo que no se quiere
querer a esa vecinita del otro grupo del barrio y ponerse tonto cuando tu mamá y la mamá de ella se ponen a hablar como mediadores de los dos en la almacén
o peor: ¡sobre los dos! y tu mamá festejarte que hace unos meses ya no te hacés pis de noche
pero así y todo aparentar ser grande cuando pasa junto a las amigas en su bici con rueditas
imaginar que ya son adultos y tienen hijos y fumás una pipa con un sombrero

Estás grande
pero igual a veces cuesta apagar el velador si viste una de terror
mirás para atrás cuando caminás por la casa oscura
sentís que te aprietan las medias y la bombacha
te parás en el quiosco para preguntar si todavía existe el chupetín Topolín
puteás al tener que salir de la cama
te dan ganas de llorar sin motivo
preguntás, un tanto ingenuamente: ¿por qué hay gente que vive en la calle?