NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

La comunión de los absurdos



Corra la corriente en la dirección a la que se dirija.
Frente de barcazas en un cauce al que le dan igual.
Y tanto más nublado si a los barquichuelos también les da lo mismo.
Van de aquí para allá, sólo se arrojan a la mar para quitarle peces sin saber por qué.

La única que sabemos que inexorablemente llegará a horario: la muerte.
Con fuerza, un mundo de sonrisas.
No sentir que llegó muy pronto, no sentir que se retrazó.
Sólo entró sin llamar, pues es amiga de la casa.

¿Qué digo? Es un mundo sin casas.
Los espacios están abiertos, todos en contacto.
Afortunadamente las partidas no entienden de lujos.
Dionisio brinda con su grial de placer.

Ella siempre estuvo ahí merodeando entre todos.
No la quisimos ver.
Ese fraccionamiento de la tierra en casas ni siquiera es tenido en cuenta por los dioses de la existencia que estaban antes de que les demos nombre.

Nacimos antes de entender que nacíamos;
Moriremos a pesar de cualquier ritual.
Su mano tibia me invita a pasear,
Los pasos firmes por algún rincón del viento.

Ver los circuitos empañados,
Advertir al final que quizás la sensación de una vibración que trasciende en encuentros felices
sea el único motivo de tanta circulación y movimiento.

Empero esos rituales son necesarios,
el lenguaje es el entierro de los cuerpos.
Siempre los cuerpos fueron despedidos,
Deben aparecer, tampoco se trata de negar lo que en todos lados comportamos como especie.

Tanto movimiento estático, tanta inercia veloz.
Dar al brillo opaco de los ojos la luminosidad del momento de furtivo nerviosismo.
La irradiación de las lágrimas.
Encontrarse con no saber qué hacer hasta amar la incerteza.

Juntarse a hablar con los temores fundadores de una nueva creencia.
No revivir nada, perderle miedo a lo que se pisa.
Faltarle al cálculo de lo considerado inevitable,
pellizcando los senos de la curiosidad.


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