NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Zombies o monumentos


Andan apagados, húmedos, con peso cargado,
Ropas brillantes y luminosas.
Deambulan, dan vueltas;
Un caminar que parece un baile con pasos seguros y fluidos.
Tiemblan, los escalofríos los poseen.
Miradas fuertes, su pose firme.
Los párpados entrecerrados, la mirada perdida.
Con sonrisa convencida o los labios apretados.
La boca semiabierta deja escapar un sonido que da lo mismo conservar o expulsar -la lengua al borde del labio inferior, la saliva se acumula allí.
Determinantes con su dirección, sacando pecho y la frente en alto.
La espalda encorvada, la cabeza que se deja caer.
Todas sus cosas (son tantas) les dan tanto prestigio.
Se arrastran los pies, oscila el cuerpo desgarbado.

Sobre el ser

La mayoría de las religiones consideradas más importantes, otros sistemas metafísicos de creencias, y hasta las filosofías del Romanticismo y el Idealismo, han supuesto o sostenido con argumentos a un ser esencial, que contiene una Verdad que debe despertar y que es de un cierto modo, y no de otro, en sí mismo. Es la idea de una iluminación definitiva, como un estado último al que la persona puede llegar (y algunas fes religiosas y/o filosóficas han planteado que a ese estado sólo algunas personas pueden llegar, personas de cierta casta y no de otra, o provenientes de un lugar del mundo y no de otros, o de un sexo y no del otro, etc.), y que únicamente a partir de allí pasa a ser real, y todo el resto no lo es.
Carpio pasa en limpio que el ser es lo que hace que todo ente sea, y que “se llama ente, todo aquello que es”.
Desde los principios de la ontología, se han postulado axiomas del ser, como por ejemplo el de la identidad –que dice que todo ser sólo es idéntico a sí mismo-, y el de la contradicción –que afirma que nada puede ser al mismo tiempo “ser y no-ser”. No vale la pena continuar con las ecuaciones ontológicas, lo cierto es que estos principios pueden ser, y han sido, interpretados de distintas maneras, entre las que puede ubicarse tanto lo dicho por las filosofías idealistas, como por las fenoménicas o las materialistas históricas.
Lo que me parece claro, es que aquella cosmología de que uno es algo más profundo esencialmente, más trascendente que las cosas que vive, se encuentra fuertemente arraigada en la media del ethos, como una cosmovisión que deja sus huellas en muchos de los discursos circulantes.
Esa afirmación del ser-esencia ha aparecido tanto bajo la forma del binomio alma-cuerpo, como de un espíritu ilustrado que debía ser cultivado con “alta cultura”, entre otras. Como toda creencia, se haya forjada por –y forja a- relaciones de poder particulares, se encuentra atravesada por ellas, al tiempo que las resiste y/o sostiene: puede pensarse en el dogma que postula que el alma es lo sagrado que debe salvarse y que el cuerpo es perecedero (a veces culpable y pecador sólo por ser carne) y por ello lo que a él le sucede es menos trascendental, como dispositivo de poder para ejercer cierta fuerza sobre los cuerpos, para dominarlos y someterlos de formas determinadas.
Pero otras filosofías se han inclinado por defender que no hay ser esencial, que más allá de las condiciones biológicas, todo humano lo será culturalmente, siendo socializado, y lo será desde los límites de su tiempo histórico y lugar geográfico. El ser no es nada en sí mismo, sólo es igual a lo que es, y si no es nada sólo por el hecho de serlo, entonces el ser deviene. ¿Cómo deviene? Relacionalmente. Ya que nada es algo en sí mismo, tan sólo lo será en relación a otros seres, acciones, creencias. Es decir, no hay un ser que ya está hecho y se debe alcanzar, sino que el ser, eso que cada uno es, se hará y está haciéndose constantemente.
Esto no significa que no haya condiciones determinadas, ni que no existan limitaciones o formas de ser que hemos incorporado y hasta en mayor o menor medida, decidido. Más bien todo lo contrario, que todo eso, y mucho más, es lo que realmente deviene ser, y en tanto devenir, puede ser de otras maneras, sin que un posible deba imponerse como único o de mayor jerarquía.