NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Hagámonos Luz


Nos convertiremos en pintura y nos mezclaremos en la paleta de la eternidad. Y se pintará en el suelo, bastidor de tierra, la más bella historia de amor.
Hagámonos luz y entremos en las pantallas para hacer con nuestras películas predilectas lo que queramos.
Volveremos tinta los hechos y re escribiremos la historia del lado de los oprimidos y los vencidos, los justos y los enamorados.
Seremos papel y nos empaparemos con versos adictivos de poetas lunáticos.
Tornémonos sonido y vibremos rebotando en la inmensa cámara universo, para que las estrellas nos escuchen en la infinitud.
Reaparezcámonos en los sueños de los amantes trasnochados, en las ideas de los inspirados, alteremos las maldades de los dictadores y las ficciones de sus colaboradores.
Nos presentaremos como líquido; emborracharemos las copas de los dioses griegos para que reencuentren a Ulises con Penélope más cuerda esta vez.
Luzcamos como el barro para hacer volar las ciudades, liberando al pasto independizado del agobio confundido.
Mostrémonos como fuego para hacer arder las pasiones de los inseguros y, más aun, para derretir las barreras de los seguros.
Seamos reales para actualizar todo esto. Lleguemos a viejos y, dando un pasito más, todo nos será posible.

Labios cercanos



Demoramos placeres, jugando como niños con nuestros labios cercanos.

Tu boca, mi boca: dos dioses que gobiernan las voluntades de mortales confusiones mentales. Si nos vieran -si tan sólo nos vieran- quienes amándose tanto no lograron tenerse. Nosotros nos inscribimos en una carrera de obstáculos sinsentido, en una pista sin dirección establecida ni línea de llegada. (Qué vergonzoso fanatismo shakesperiano.)

¡Tan poco usuales hemos sido! Tan especiales estos dos amantes, de noches largas, de atardeceres coloridos e inviernos refugiados entre siestas y libros. Y la estación va quedando atrás, la primavera se avecina, con todo su esplendor, con la comezón para los alérgicos y la curiosidad de los púberes.

¿Cuántas primeras veces hemos tenido, mi amor? Me desfloraste hasta el hartazgo y mil veces me tiraste y dejaste ir. Te adiviné hasta el cansancio escondiéndonos en tus palacetes.

Hoy, otra vez la huida, la pasajera reclusión perpetua a la que nos lleva mi estupidez.
No te alteres, nube nocturna, si me alejo, es sólo para poder acercarme nuevamente.

Adiós, "Civilización"


Mochila al hombro, ampollas en los pies, sed en los labios, me haré paso a través de los caminos, cruzando montes y traspasando tupida selva. Ansiedad en la cabeza, ilusión al corazón, transitaré esos senderos forjados no más que por las caminatas de otros viajeros, por la bondad de la jungla y los lugareños que vaya encontrando, esos que jamás cobraron comisión a aquellos soñadores que queremos conocer lo que siempre hemos soñado, y mostrarnos a nosotros mismos que otra realidad yace en lo más profundo del continente.
Esto no es una rendición, es una despedida.
Siempre he imaginado, casi de modo inimaginable, el día en que este día llegue: Me voy, “Civilización”.
Ya te diría “adiós”, pero antes quisiera aclarar unas cosas, no creo que me vayas a escuchar, no pretendo que te afecte o me des la razón, aun así, dejame darte mi opinión.
Sabés que jamás estuve muy de acuerdo con algunos de tus principios, y que considero muy criticables las bases de “lodo y sangre” sobre las que te originaste. Tal vez te parezca un inconformista, o hasta un llorón, pero dejame que te diga que tus valores no sólo me resultaron horrendos, frívolos y carentes de hermandad, sino que además de proponerle al ser corromperse constantemente en un esquizofrénico juego, lo mantienen alejado de la naturaleza.
Nunca me creí tus apretones de mano, los vi siempre como puro interés y conveniencia de tu parte. Tus sonrisas y concesiones de aparente benevolencia no puedo verlas como otra cosa que falsedad. Casi todos tus formalismos me dieron siempre la impresión de innecesarios. No logré acostumbrarme a tu frenético ritmo, a la dependencia a los químicos y demás. De cualquier forma, te dejo con tus negocios.
Desde mi punto de vista, civilización del falso progreso tecnológico, tu modo de vivir te mantendrá enferma y es lo que te mata. En estos años conviviendo juntos, no puedo asignarte otro título que el de demagoga: esclavizás diciendo que con vos se logró libertad; te vitoreas con alardes de paz, mas naciste en guerras, condujiste a guerras y sobrevivís con y por guerras; te atragantas con los lujos que conseguiste con sudor y sangre ajena, te enorgullecés de ser racional mientras en tus entrañas encontré las más grandes contradicciones que ningún animal se animaría a cometer.
Entendeme si soy duro con vos, metrópoli, es que igual de duro es lo que vi en vos. No te preocupes, yo me voy, pero no te quedás sola, supongo por la expresión en los rostros de muchos ante mi anuncio de partida, que tenés varios simpatizantes. De todos modos, yo te aconsejaría que lo pensaras tranquila y profundamente, a mí me parece, “Civilización”, que en verdad estás muy sola.
Por fin me veo maduro, ya no necesito trabajar para nadie, ni tu modo de producir, ni lo que producís. Aprendí a vivir perfectamente sin tus entretenimientos alienantes. Me voy con poca carga, ya que llevo la pesada libertad conmigo.
Tal vez llegue la noche en que te sientas muy vacía y medites sobre lo que te digo, mientras tanto, yo te dejo. Así y todo, con lo repugnante que me resulta tu creencia, “Civilización”, no te guardo rencores, no pienso perder la alegría ni olvidé la capacidad de crear, y con gusto te digo, si te arrepentís, podés venirme a buscar, creo que te voy a saber perdonar, aunque sólo si antes corregís todo el maltrato que hiciste acá. No puedo darte dirección, “Civilización”, porque no sé con exactitud dónde voy a estar, y es un sitio sin numeración, sería algo nuevo para vos.
Ahora sí, te dejo, no te sientas mal, maquinaria civilizante, deberías aprender que no se puede controlar todo a capricho.

El rol ("intelectuales" posmodernos)

¿Cómo podés querer estar todo el tiempo en la arena, ver las olas desde la playa?
Está bien posar, por momentos, tus pies sobre el suave terreno del suelo blando, pero no entiendo que no admitas que hay otros en los que te queman las plantas desnudas y necesitás zambullirte al correntoso mar.
No deberías poder ver las olas pretendiendo no mojarte. La marea sube y te inunda, desborda más allá de cualquier recipiente que veas desde tu cómodo escaparate. No luches contra eso, no quieras hacer creer que así es.
¿O para qué atendías a la marea sino para echarte a nadar, para ver el rumbo de la corriente y tirarte en ella, impulsarla o desviarla?