NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

La gacela que juega a ser manjar



“Tratando de lucirse, un chancho puede comer jamón (siempre revelamos a lo que estamos sometidos)” Carlos Solari

La gacela escapa una vez del león, es afortunada; dos, si es hábil; tres, ya significaría que hay superpoblación leonina o que el vegetariano no se previene lo suficiente –no cuento con el desarrollo teórico, como para decir que exista una perversión, en sentido freudiano, que pudiese llevar a una gacela a juguetear con los leones por pasión al escapismo.
El peligro viene prevenido en la condición animal de una gacela, instintiva como el león, que a su vez teme a la hiena, las cuales así también, se resguardan del león; y sino, al menos sabemos que el aprendizaje se concertará a muy temprana edad.

La tensión del poder en relación con las especies animales, se encuentra actualmente resuelta, al menos en la vida urbana (podemos decir que algunas excepciones son el miedo a lo salvaje y su efectuación en las plagas).

En otros tiempos de la humanidad, muchas culturas acudían a la magia para protegerse del peligro que suscitaba compartir hábitats con animales salvajes. Así, la pintura en cavernas, muchos rituales, utilización de partes corporales amputadas a animales, eran prácticas encantadas, de una carga simbólica que representaba una fe para salvaguardar la desesperación ante el riesgo de muerte. Me haré de una banalización de Heiddeger para afirmar que la desesperación por el conocimiento de la contingencia, frente al hecho de descubrir nuestra finitud, siempre condiciona más o menos indirectamente las acciones y, en definitiva, es un “saber” que surge de un tratamiento cultural particular, pero que indefectiblemente, siempre será administrado de algún modo. Este requerimiento, deriva en efectos materiales en la praxis de los sujetos, que cristalizan en lo que antropológicamente será considerado como institución de una cultura determinada: por ejemplo, el caso de las creencias religiosas.

Actualmente, el tratamiento de la prevención ante la muerte en nuestra cultura, es sobre todo mezclado en tubos de ensayo en laboratorios, pero también disimulado con maquillajes en publicidades de cosméticos, disfrazado en cuotas por las compañías de medicina prepaga, constantemente vendido en el suplemento policial, ofrecido en el sector de defunciones de los periódicos, actualizado mediante el recordatorio de efemérides. Por supuesto, el velatorio y entierro, se ubican en otro nivel operativo.
Si tomáramos a la muerte como las fauces de aquel león (en una paupérrima analogía poética bastante catastrófica para el sujeto de nuestra realidad geográfica-temporal), sería válido decir que a diferencia de la gacela, el ser humano occidental de las sociedades posindustriales capitalistas mediatizadas (terminología extraída de Eliseo Verón), sí se da el lujo de juguetear con el león.

No hay comentarios:

Publicar un comentario