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Una cerveza que rebalsa de espuma tiene sujeta a la palabra Tiempo, toma al ritmo de seis tic por tac, este sustantivo ya casi no sabe dónde está, todos van más rápido que él y casi no hacen trabajar al verbo pensar; sabe bien que esa diapositiva sólo es la radiografía de eso que se llama realidad.
-¡Quieren cagar más alto que el culo señores!- Compran todo con esperanzas de que algún día eso tenga una utilidad, pero el error es que no satisface, sino que crea una necesidad.
Mira el reloj. Entre trago y eructo Tiempo no se plantea que mañana tiene que trabajar, otro día en el que la aguja de las horas le lleva dos vueltas a la de los segundos. Se lamenta a ser reducido a una forma de administrar los encuentros; quiere gritar: -¡Paren!- Pero nadie parece oírlo, lo llevan en sus muñecas.
El reloj se detuvo, sus agujas no quieren moverse; esperando a que vuelvan a andar, la vida continúa. Cronos devora a sus hijos desde siempre, todos sueñan con ser Zeus cometiendo parricidio.
Cree que no es momento para todo eso, sigue en la taberna Escape’s. Quiere ser cómodo (vida de avestruz). Y para tanto son los que están atrás en la cola que lo terminan haciendo apurar...la cerveza no se calienta si en medio de la carrera te frenas a caminar “¡Ah! ¿Viste que valía la pena ver atrás del pastizal?” Allá conviven tres comunas: la de Artesanos Rojos, la de Chanchos Verdes y esa en la que te encontrás; no hay riendas, es puro galopar.
Autor: Mauricio Castro
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