NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

"Coletivo" imaginario


Si nos ponemos a sacar la cuenta, podríamos decir que pasamos una 6ta parte del día arriba de ese vehículo propio de la metrópolis llamado “colectivo”
Erróneamente llamado “colectivo”, por que las actitudes que se toman ahí arriba poco tienen de colectivo.
El diccionario nos arroja una definición lapidaria, tal como “ Grupo o conjunto de personas con intereses comunes”, lo cual es realmente cierto… todos van hacia sus trabajos grises… o a las casas de sus afectos en busca de una palabra que les cambie el tempo de un corazón aturdido.
Pero la gente no siempre tiene un fin noble en el colectivo, como suele suceder en casi todos los aspectos de la sociedad.
Hay gente que se dedica a hacer del viaje una travesía peor que la del hobbit Frodo en la historia de la edad media. Podríamos empezar a hablar de los jóvenes, que se dividen en dos grupos… aunque ambos se dedican básicamente a lo mismo, que es llamar la atención a toda costa.
Hay uno que se encarga de hacerlo mediante el teléfono celular, un aparatito que puede sonar a un volumen que haría que cualquier vecina de Nuñez haga su reclamo para que estos chicos no escuchen mas música ahí, así como hicieron lo mismo con los recitales en el Monumental.
A ellos no les interesa escuchar la música, no se dejen engañar, por que si así fuera, lo harian con auriculares, para tener una ganancia de calidad mejor, claro, eso siempre y cuando lo que quiera ser escuchado no sea la denominada “música popular”, los auriculares no hacen magia.
El otro grupo es el que no necesita de ninguna aplicación tecnológica, sólo les alcanza con su excesivo volumen de voz producido en las cuerdas vocales por el poco contenido de interés que tienen estas palabras.
Gente que es capaz de sentarse a 5 metros de distancia y charlar sobre la formación que va a utilizar Argelia en el mundial o sobre Redrado y su amorío con Luly Pop, casi sin diferencias en el énfasis que estos le ponen a sus relatos… condenándonos a todos a ser participes involuntarios de una charla que es capaz de hacer pensar en ideas apocalípticas hasta al padre Farinello.
Y ahora es justo saltar hacia el otro extremo de la cadena de la vida: la denominada “gente mayor”. Antes de empezar quiero aclarar, que mi explicación es meramente ilustrativa, no va abrochada a ningún tipo de opinión a esta gente que vivió tan largas vidas y seguramente tengan más sabiduría que nosotros.
Llamamos gente mayor al grupo de gente que va desde los 50 y pico en adelante.
Gente que necesita sacar su boleto con el mayor cambio posible; si se pudiera dividir el centavo en una moneda más pequeña, creo que ellos elegirían sacar el típico 1,25, con el que nos toca en estos momentos viajar, con monedas de un escasísimo valor, pero en cantidades abrumantes, lo cual aumenta la posibilidad de que este objeto termine siguiendo la trayectoria impuesta por la gravedad y termine, no sólo en el piso, sino también entre las piernas de alguno que va durmiendo, o debajo de la silla del colectivero, por lo que hay que ser casi un competidor olímpico para poder llegar a ellas.
Y, principalmente, el rasgo que más se destaca entre la “gente mayor”, es la vigorosidad que tienen para hacer respetar las leyes impuestas por la empresa, que indica que hay que cederle el asiento a embarazadas, accidentados, gente discapacitada y, sí… gente mayor.
No importa el estado físico, ni de la persona a sentarse, ni de la persona sentada. Tampoco importa el nivel de cansancio que tienen ambos grupos recién descriptos. El asiento debe ser dado por que la ley lo dice, y por que si no es así, vamos a ser atacados subliminalmente con comentarios por arriba o apretadas de bolso y/o cartera en la cara.

1 comentario: