NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Ladridos sin bozal


Esas mujeres que siempre saben que las vas a abandonar y siguen detrás fumando un cigarro.
Hacía unos meses le había dicho que iría hasta donde quiera alcanzar, pero llegaría hasta donde ella me permita avanzar. Nunca es de otra manera.
Ahora la tarde se hizo noche, y la perdí tomando esa ginebra en un puto bar de mala muerte.
El tugurio de sus piernas, la pocilga de su corazón, estuvieron bien por un tiempo. Pero tarde o temprano, termino volviendo a los mismos agujeros, los nidos de mi soledad, los olores que apestan a la mañana siguiente. Lo tengo presente, aun cuando estoy en silencio mirando los faroles del otro lado de la ventana, abrazado a su cuerpo a los minutos de haber eyaculado.
En este momento estaría con vos toda la vida, pero sé perfectamente que en esta vida no pasaría todos los momentos con vos. No repetiría dos días, ni dejaría que la soga de la rutina tome la forma de nuestros cogotes sin que lo notemos.
Te veo hablar y reír en aquella mesa, del otro lado del bar, veinte pasos más allá de lo que me gustaría.
Tan resuelta. Me siento invisible, pero imagino que te enamorarías con sólo mirarme. Sé que soy un neurótico, acá estoy, sujeto a este vaso de cerveza tirada, ya sumergido en un enamoramiento enfermizo nada más que por observarte revolear el pelo, infiriendo que nunca me aburriría de esas curvas, aunque no ignoro que sólo duraríamos unas noches, por estos sentimientos nómadas que me caracterizan. ¡Demonios! Fantaseo con pararme y decirte lo que estoy pensando en este instante, recitarte uno de esos poemas que tuve la mediocre actitud de memorizar para ser conquistador en cuerpos como el tuyo; pero mi locura dice que esta vez lo recitaría como si fuese la primera vez –lo mismo que dije la semana pasada.
Entonces recuerdo lo que dijo un pibe en este mismo sucucho hace unos meses, ese pendejo al que el mesero le rompió el labio por confundirlo con uno de esos que se daban en el baño y después armaban bardo: “toda promesa encarna en sí misma su decepción”. A mí me sorprende la capacidad para fracasar sin sentir ni el más mínimo arrepentimiento; toda la vida pensé que la tristeza no era algo para ponerse mal, que era parte de la vida, y negarla, no disfrutarla, sería dejar de vivir una buena fracción de los días. Un ethos que hizo llevaderas mil penas.
Y pensando idioteces giro la cabeza y te veo otra vez. Me duele verte, sos una obra de arte que las palabras no podrían explicar. Me convenzo de cómo sos, me digo que me amarías si me conocieras. Pero también reconozco que es más bella esta fantasía que guiona mi deseo y jalona mis hormonas, que lo que podríamos vivir juntos. Perderías esa magia que te rodea si te fijaras en mí.
A los minutos, ella vuelve de la barra con su copa de vino espumante. Le pido disculpas, y vuelvo a la pieza alquilada que tiene un amigo yendo hacia el suburbio.

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