
Demoramos placeres, jugando como niños con nuestros labios cercanos.
Tu boca, mi boca: dos dioses que gobiernan las voluntades de mortales confusiones mentales. Si nos vieran -si tan sólo nos vieran- quienes amándose tanto no lograron tenerse. Nosotros nos inscribimos en una carrera de obstáculos sinsentido, en una pista sin dirección establecida ni línea de llegada. (Qué vergonzoso fanatismo shakesperiano.)
¡Tan poco usuales hemos sido! Tan especiales estos dos amantes, de noches largas, de atardeceres coloridos e inviernos refugiados entre siestas y libros. Y la estación va quedando atrás, la primavera se avecina, con todo su esplendor, con la comezón para los alérgicos y la curiosidad de los púberes.
¿Cuántas primeras veces hemos tenido, mi amor? Me desfloraste hasta el hartazgo y mil veces me tiraste y dejaste ir. Te adiviné hasta el cansancio escondiéndonos en tus palacetes.
Hoy, otra vez la huida, la pasajera reclusión perpetua a la que nos lleva mi estupidez.
No te alteres, nube nocturna, si me alejo, es sólo para poder acercarme nuevamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario