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Mochila al hombro, ampollas en los pies, sed en los labios, me haré paso a través de los caminos, cruzando montes y traspasando tupida selva. Ansiedad en la cabeza, ilusión al corazón, transitaré esos senderos forjados no más que por las caminatas de otros viajeros, por la bondad de la jungla y los lugareños que vaya encontrando, esos que jamás cobraron comisión a aquellos soñadores que queremos conocer lo que siempre hemos soñado, y mostrarnos a nosotros mismos que otra realidad yace en lo más profundo del continente.
Esto no es una rendición, es una despedida.
Siempre he imaginado, casi de modo inimaginable, el día en que este día llegue: Me voy, “Civilización”.
Ya te diría “adiós”, pero antes quisiera aclarar unas cosas, no creo que me vayas a escuchar, no pretendo que te afecte o me des la razón, aun así, dejame darte mi opinión.
Sabés que jamás estuve muy de acuerdo con algunos de tus principios, y que considero muy criticables las bases de “lodo y sangre” sobre las que te originaste. Tal vez te parezca un inconformista, o hasta un llorón, pero dejame que te diga que tus valores no sólo me resultaron horrendos, frívolos y carentes de hermandad, sino que además de proponerle al ser corromperse constantemente en un esquizofrénico juego, lo mantienen alejado de la naturaleza.
Nunca me creí tus apretones de mano, los vi siempre como puro interés y conveniencia de tu parte. Tus sonrisas y concesiones de aparente benevolencia no puedo verlas como otra cosa que falsedad. Casi todos tus formalismos me dieron siempre la impresión de innecesarios. No logré acostumbrarme a tu frenético ritmo, a la dependencia a los químicos y demás. De cualquier forma, te dejo con tus negocios.
Desde mi punto de vista, civilización del falso progreso tecnológico, tu modo de vivir te mantendrá enferma y es lo que te mata. En estos años conviviendo juntos, no puedo asignarte otro título que el de demagoga: esclavizás diciendo que con vos se logró libertad; te vitoreas con alardes de paz, mas naciste en guerras, condujiste a guerras y sobrevivís con y por guerras; te atragantas con los lujos que conseguiste con sudor y sangre ajena, te enorgullecés de ser racional mientras en tus entrañas encontré las más grandes contradicciones que ningún animal se animaría a cometer.
Entendeme si soy duro con vos, metrópoli, es que igual de duro es lo que vi en vos. No te preocupes, yo me voy, pero no te quedás sola, supongo por la expresión en los rostros de muchos ante mi anuncio de partida, que tenés varios simpatizantes. De todos modos, yo te aconsejaría que lo pensaras tranquila y profundamente, a mí me parece, “Civilización”, que en verdad estás muy sola.
Por fin me veo maduro, ya no necesito trabajar para nadie, ni tu modo de producir, ni lo que producís. Aprendí a vivir perfectamente sin tus entretenimientos alienantes. Me voy con poca carga, ya que llevo la pesada libertad conmigo.
Tal vez llegue la noche en que te sientas muy vacía y medites sobre lo que te digo, mientras tanto, yo te dejo. Así y todo, con lo repugnante que me resulta tu creencia, “Civilización”, no te guardo rencores, no pienso perder la alegría ni olvidé la capacidad de crear, y con gusto te digo, si te arrepentís, podés venirme a buscar, creo que te voy a saber perdonar, aunque sólo si antes corregís todo el maltrato que hiciste acá. No puedo darte dirección, “Civilización”, porque no sé con exactitud dónde voy a estar, y es un sitio sin numeración, sería algo nuevo para vos.
Ahora sí, te dejo, no te sientas mal, maquinaria civilizante, deberías aprender que no se puede controlar todo a capricho.